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Su cuello desnudo bajo la guillotina, le hizo pensar que había llegado su fin. Acusado de brujería y practicar magia diabólica, el gentío sediento de castigo rugía por su decapitación. La situación era extrema pero se sabía un hombre con recursos. Pensó rápido y deslizándose desde la lengua hacia el interior de sus vísceras, consiguió escapar por la punta de los pies, dejando un cuerpo desinflado bajo la afilada cuchilla. Ante el asombro de la muchedumbre, se introdujo por la boca abierta del verdugo y abandonó el escenario donde ya no había cabeza que cortar. Se había vuelto a escapar.
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