Se sentía cada día más angustiada, mirando desde su ventana como cambiaba cada estación. Las hojas del calendario eran arrancadas al igual que la esperanza con la que ella solía vivir. Esa esperanza que le ayudaba a levantarse y que poco a poco se la fue llevando el tiempo. Porque ya nada volverá a ser como antes. Parecía que tuviese una bomba en su interior que de repente estallaba allá donde se encontrase. Una bomba que subía y bajaba desde su estómago hasta su garganta. Y sin apenas segundos para reaccionar, las lágrimas empezaban a correr hacia abajo y seguido de ello la bomba terminaba por explotar. Pasaron años, ella seguía mirando por la ventana, observando la felicidad de los de su alrededor. Ella sabía perfectamente que nunca lograría ser feliz. Rezaba para que su Dios la llevase pronto con él, pensaba que quizá en otra vida pudiese vivir con el amor de su vida. Se preguntaba cómo una persona podía sufrir tanto y si de verdad se merecía dicho castigo. Incluso llegaba a cuestionarse su fe porque no entendía como su Dios le permitía que sufrirse de esa manera. Porque el amor duele, pero es injusto porque solo duele cuando estas enamorado de verdad. Así continuo ella, rezando cada noche para convertirse en estrella, soñando que sería en el cielo donde por fin cesaría su dolor. Ella sigue mirando por la ventana esperando que ese sea su último día en la tierra. Porque ya no tiene nada por lo que luchar y está agotada de tanto dolor.
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