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La nave nodriza oscureció el cielo por tercera vez en el último mes. En el lugar acostumbrado, hizo sonar su grave e intermitente sirena. El visitante del traje rojo y hombreras ochenteras comenzó a hablar megáfono en ristre
-Terrícolas
-¿¡Pero otra vez aquí!?, ¡que no se me seca la ropa con tanta sombra!. Gritó la del 3º interrumpiendo la locución.
-¡Son peor que los chiquillos!. Aseveró su vecina asomada al patio de luces.
Dos muchachos que corrían, riendo, saludaron al portavoz con el dedo corazón en alto. La puerta de la nave se cerró y partieron en busca de mayor hospitalidad
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