La Verdader historia de Caperucita y el Lobo Feroz - Cap1

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La verdad es que el Lobo Feroz nunca fue tan Feroz como lo pintan aunque siempre fue Lobo.

Su verdadera historia comenzó una primavera después de un invierno muy crudo en el que el sr. Feroz pasó bastante hambre. Fuera de la manada, (se perdió en una noche oscura), no era capaz de alimentarse por sí mismo ya que era bastante miedica y le asustaban los peligros del bosque si no iba acompañado.

Un día pudo ver desde la lejanía una casa preciosa que lanzaba al exterior el humo de la chimenea situada en el techo de la misma. Vaya!... como todas las chimeneas. Esa casa estaba en un claro donde parecía que el bosque se terminaba.

Se acercó y estuvo observando durante varios días la actividad de la casa, (mientras, seguía pasando un hambre feroz). Siempre veía más o menos lo mismo: una anciana que recibía a una niña preciosa vestida de rojo que le traía una cestita llena y que al poco rato se iba saltando, riendo y cantando por el camino de vuelta al bosque, pero con la cestita vacía.

Por fin, se armó de valor y se acercó a la casa para efectuar un reconocimiento del terreno y poder planificar un ataque a la ancianita, a la niña o bien a las dos.

Hacía tiempo que guardaba en un refugio del bosque una gorra y una sudadera que encontró un día abandonadas. Se puso ambas prendas y se dirigió a la casa de la ancianita.

 

-         TOC TOC!!! - Sonó la puerta de madera de la casa.

-         Sí. ¿Quién es? – dijo la ancianita.

-         Soy el inspector del gas – dijo el Lobo.

-         ¿De qué gas? Si aquí no tengo gas.

-         Pues por eso estoy aquí. – replicó el Lobo.

-         Y, ¿a qué viene? entonces...

-         Pues a ver si pudiéramos hacerle una instalación en su casa y así el próximo invierno estaría mucho más calentita. Y también le sería muy útil para cocinar.

-         A mí la comida me la trae mi nieta Caperucita

-         Si tuviese gas no tendría que depender de su nieta Caperucita...

-         Oiga, perdone. Tiene usted una voz muy grave y ronca... ¿está resfriado?

-         No, lo que pasa es que fumo mucho y se me ha quedado la voz así. ¿Podría abrirme la puerta? Aún hace frío aquí fuera.

-         Y usted ¿fuma cuando está trabajando?.

-         Pues mire, la verdad es que fumo en cualquier situación... pero ¿por qué me pregunta esto?.

-         Pues imagínese... si va haciendo instalaciones del gas y fumando, seguro que ha hecho explotar más de una casa.

-          Joder con la abuela – pensó el Lobo – No se preocupe que voy con mucho cuidado.

-         Ya, ya... pero no es muy seguro.

-         Bueno abuela, me abre o qué!!!

-         Pues va a ser que no. Me dan miedo el fuego y las explosiones.

-         Pero...

-         Nada, nada. Quizá cuando deje de fumar me lo piense...

 

Lobo Feroz se fue cabizbajo pensando qué es lo que había hecho mal mientras ya estaba pensando en otro plan para poder entrar en la casa.

Pensó en aclararse la voz con yema de huevo, (había oído que eso funcionaba muy bien), y así poder intentar acceder a la casa otra vez y engañar a la abuelita con otro plan que debería pensar con tranquilidad.

 

-         Ya lo tengo! Pensó. - No hacía falta cambiar de plan, sólo de personaje. Le diría que es un compañero de la otra persona que vino el otro día y que no pudo entrar porque fumaba.

-         TOC TOC!!! - Al día siguiente volvía a sonar la puerta .

-         ¿Quién es? – Respondió la abuelita.

-         Soy inspector del gas. Vengo de parte de mi compañero que me ha dicho que no le dejó entrar porque fumaba y usted tenía miedo de que hubiese un incendio o una explosión.

-         Ah sí!!... Usted tiene la voz mucho más fina. ¿Fuma usted?.

-         No, claro que no. No tendría esta voz.

-         Es verdad. Y ¿qué es lo que va a hacer?

-         Pues revisar su casa y ver por dónde podemos hacer entrar el conducto del gas.

-         Y eso ¿va a ser muy caro?

-         No!! Le va a resultar prácticamente gratis. ¿Podría abrirme y lo hablamos dentro?. Es que tengo un poco de frío.

-         Su compañero también se quejaba del frío...

-         Ya, es que hoy está nublado y aunque ya es primavera sigue haciendo fresquito.

-         Y, ¿por qué no se abrigan ustedes un poco más?.

-         Joder abuela!!! ¿Me deja pasar o qué?

-         Pues oiga, ni le dejo pasar ni “qué”. Vaya modales!! Váyase usted a la mierda y se mete el conducto del gas por el culo. Yo también sé decir tacos...

-         No se enfade...

-         Ya estoy enfadada. Además no me ha hecho falta en la vida el puñetero gas, o sea que como le he dicho se mete usted el conducto del gas en el culo y enciende una cerilla a ver qué pasa...

-         Me voy a cagar...

-         Por mí como si se la pica un pollo. Repito: A-LA-MIER-DA!!!

 

El sr. Feroz se volvió a quedar con un palmo de narices y dándose media vuelta pensó que lo mejor sería no andarse con tonterías y atacar a las dos, abuela y niña, el próximo día cuando le trajera la dichosa cestita.

Así lo hizo. Al día siguiente escondido detrás de unos matorrales esperaba pacientemente que apareciese la niña con la cestita. Pasó la hora que más o menos aparecía Caperucita pero ese día no hubo ni rastro de ella. El sr. Feroz no podía más y su estómago le recordaba permanentemente que hacía varios días que no comía. Le rugía como un lobo, nunca mejor dicho.

Al día siguiente volvía a estar escondido en el mismo sitio, pero fue antes de la hora habitual por si acaso a la niña se le ocurriera cambiar la hora de la visita. Esperó una hora, más o menos, y de pronto la vio acercarse cantando y saltando, como siempre.

 

-         ¿Por qué estará esta niña siempre tan contenta? – Pensó. – Seguro que come todos los días y más de una vez. Qué rabia!.


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