Dos de la mañana, la disco repleta de gente y de entre todas una mirada me atraviesa sin piedad, tanto que me ha hecho un agujero en la camisa, me ha jodido el bolsillo y ahora no puedo guardar el tabaco.
Me acerco a la ladrona de almas y con una voz grave le intento preguntar si tiene fuego, al salir la primera palabra de mi boca se me atraganta la aceituna de mi Martini y lo único que consigo es que ésta salga disparada y se esconda en su escote. Con mucho cuidado introduzco dos dedos en el generoso balcón para recuperar el proyectil, parece que no le ha molestado mucho, más que nada por que al hacerlo se me ha caído un anillo de oro que llevaba puesto.
Con mi cara de tigre la invito a tomar algo en mi casa, y de los nervios al hacerlo aprieto tanto los dientes que se me parte una funda y se me mueve el puente.
Con un dolor de muelas del carajo nos montamos en el coche y enfilo dirección a mi apartamento con tal mala suerte que al estar mirando el escote de mi acompañante no me fijo en el semáforo y le doy un rozón a todo el coche de los que hacen historia.
Creo que tengo dos palancas de cambio en este modelo nuevo, así que no se en que marcha voy y llegamos de pura chiripa a mi portal.
Subimos en el pequeño ascensor hasta el octavo y entre que el cubículo es pequeño y el traqueteo del mismo me voy acomodando entre sus nalgas con un movimiento excitante y sensual. De repente se para de golpe y ella recula dándome un buen golpe en salva sea la parte, dejándome sin aliento durante un rato.
Por fin entramos en mi humilde morada y cuado me dispongo a saltar sobre ella, me pregunta por el baño.
Justo cuando se cierra la puerta a sus espaldas me agacho y comienzo a mirar por la única cerradura antigua que no cambié con la reforma.
No puedo creer lo que ven mis ojos .¿estoy teniendo una pesadilla?
En el vaso de agua del lavabo veo reposar una dentadura postiza que no estaba antes, una melena larga y rubia descansa en el suelo como si de un perrillo se tratara. ¿Qué hacen dos prótesis mamarias en la repisa de la ventana? Lo que prometía ser un encuentro sexual largo y tórrido se ha convertido en un cuento para no contar.
Asustado me enfundo el arma que más que cañón se ha convertido en matasuegras rechupado y al subirme los pantalones tropiezo con la alfombra y me doy de bruces con la silla del salón.
Quiero que se acabe esta experiencia lo más rápido posible y como un niño asustado me tapo la cara con las manos rezando para que ese alien discotequero no haga experimentos sexuales conmigo cuando salga del baño.
Oigo unos tacones acercándose y no me atrevo a mirar, mi pistola creo que se ha ido de vacaciones a algún sitio lejano del caribe y un sudor frío recorre mi espalda.
Cariño; es la hora de tu medicina me dice una voz, y, seguidamente me introduce una cosa larga y dura en la boca, me ahogo, no puedo respirar.
36,5º Todavía no tienes fiebre.
Gracias mamá, gracias Señor. Juro no ser malo nunca más.
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