LA VECINA DEL QUINTO

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Mónica es la chica más guapa del barrio con diferencia, siempre preparada para la acción, no desaprovecha ninguna oportunidad de volver loco a cualquiera con un movimiento de sus caderas.

Siempre luce una minifalda  que muestra sus interminables y esculpidas piernas, su cuerpo es como una carretera de montaña, todo lleno de curvas, labios carnosos de los que quisieras perderte en un largo, húmedo y profundo beso y una naricilla respingona que arruga muy graciosamente cuando te sonríe.

Su meta en la vida es disfrutar de ella al máximo mientras pueda, la juventud dura demasiado poco y no quiere desperdiciarla.

Sabe lo que quiere y lo consigue tarde o temprano, no te puedes resistir, imposible negarle algo.

Pedro y Juan son dos hermanos que vivían en el primero hasta que Pedro se casó y marcho al extrarradio a vivir con su mujer.

Siempre se llevaban bien aún cuando se robaban las novias mutuamente, y se lo contaban el uno al otro en la primera discusión que surgía.

Mónica le tiraba los trastos a Juan cada vez que podía solo para hacerlo sufrir, pero cuando éste quería algo más se quedaba con el calentón nada más.

Al contrario, Pedro no mostraba mucho interés por su vecina ya que era algo más formal que su hermano y tenía novia desde hace tiempo, y era eso exactamente lo que a Mónica de atraía, el reto de seducir a quien no puedes.

Decidida en su empeño y acostumbrada a no obtener negativas, se propuso obtener su trofeo más difícil, dos por el precio de uno.

Con Juan fue pan comido: sábado noche, alcohol, luces, humo minifalda y una mera insinuación para que se deshiciera como un helado en un microondas.

Con Pedro había que trabajarlo más pero era eso lo que le atraía del juego, la posibilidad de no vencer, la dureza de la batalla conquistadora.

Tras varios intentos infructuosos de seducción y casi al borde del desánimo, intenta una última treta que espera le salga bien.

Ese fin de semana se ha entera do que Pedro se queda sólo en casa de su madre y esa será su gran oportunidad.

El reloj marca las doce cuando en casa de la madre de Pedro suena el teléfono y al otro lado de la línea Mónica con voz llorosa insta Pedro a que suba a su casa para ayudarla pues le duele una pierna  por un falso golpe con la cómoda de la habitación. Éste sube rápido, pues no se imagina lo que se va a encontrar.

Llega a la puerta de su vecina, la encuentra abierta y una voz le pide muy dulcemente que entre y cierre la puerta detrás de si, Pedro, incapaz de negar su ayuda accede y llega hasta el cuarto de Mónica que lo espera con un conjunto de lencería que derretiría hasta al mismísimo hombre de hielo.

Tumbada en la cama con su conjunto semitransparente le indica que le duele la rodilla, y Pedro se sienta al borde de la cama para observar más de cerca el golpe, coloca sus manos en la pierna y Mónica cuando a ésta se le escapa un suspiro más de placer que de dolor a la vez que le indica que el dolor se le esta subiendo hacia la parte interior del muslo.

El pobre insensato sube sus manos con médicas intenciones pero se da cuenta de que los sonidos que salen de la garganta de Mónica no son quejidos de dolor si no más bien suspiros de placer, intenta retirar las manos pero ella ya se ha aferrado a su cuello y lo besa con fuerza.

Pedro intenta separarse pero sin mucho pelear y sucumbe a los encantos de la tantas veces espiada vecina., esa mañana la casa de su madre amanece desierta.

Juan se encuentra con su hermano en las escaleras y le pregunta que qué tal ha pasado la noche, éste sólo responde que bien agachando la cabeza e intentando no mirar a la vecina del quinto que baja con su minifalda y su sonrisa por las escaleras.

“Hola Juan, hola médico” dice ella con una sonrisa pícara en los labios.

“¿Médico?” pregunta Juan intrigado, a lo que su hermano responde: “La vecina está tan loca como siempre” y empuja a su hermano hacia el interior de la vivienda.

Esta vez nunca hubo comentarios sobre esa conquista. ¿Miedo? O simplemente vergüenza. Nunca se sabrá.

Pero Mónica, como siempre…….se salió con la suya.


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