El deseo continúa III

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Cuando quedamos solos Martín me toma de los pelos y me hace poner de pie. Levantá los brazos, me ordena. Lo hago y me quita la remera, después me baja bruscamente la bermuda que llevo y ve que no tengo calzoncillos. Me hace girar y me mira. Que linda cola, dice y la acaricia. Te la quiero coger. Se arrima a mi oído y me dice, te la voy a coger. Me lame la espalda y se me pone la piel de gallina. Separa los glúteos y corre su lengua por mi raja hasta el ojete, lo toquetea y mete un dedo. ¿Tenés miedo? Un poco, le digo. Apoyate sobre el sillón. Lo hago y quedo en cuatro, él se pone detrás y me apoya mientras me pajea lentamente. Estoy al palo, tengo miedo de que duela pero la quiero probar. Él se coloca un forro lubricado y empuja, yo abro la cola, él empuja yo levanto la cadera. Entra, duele; empuja, entra más. Ay, ay, ay. ¿Duele mucho? Sí, pero no la saques. Cogeme. Eso lo calienta y embiste. Ayyy. La deja quieta y mi ojete se va acostumbrando. Dale, le pido. Se mueve lentamente desde las caderas, mete y saca, una, dos a la tercera ya entra toda hasta el fondo y siento el masaje de su pija en la próstata. Es una sensación de goce total. Eso, Martín, cógeme así. Mi amor. Es ella. Como te cogen mi amor. Se sienta al lado y nos mira coger. Cogelo, cogelo que tiene una calentura con vos que no puede más. Ella me mira y me acaricia la cara, después desliza su mano por mi torso y la deja llegar lentamente hasta mi pija. Martín la deja hacer a ella ahí abajo y se concentra en mi cola. Me toma por la cintura con ambas manos y me emperra haciéndome gozar hasta emputecerme por completo. Ni yo puedo creer lo que digo cuando le repito, soy tu puto, soy tu puto, soy tu puto. Cogete a tu puto, cogelo. Ella se arrima y me dice al oído, eso putito, cométela. Me encanta ver como te coge, me estoy mojando toda. La miro y se está pajeando. Mete los dedos en la boca de Martín, los saca empapados en saliva y pasa la yema del índice y el mayor como rayo por el clítoris. Con la otra mano sigue pajeándome, cada vez más rápido. Como la pija de Martín, que ahora parece enloquecer y me coge a mil diciéndome como me gusta cogerte, Ale. Es la primera vez que lo escucho llamarme así y me encanta. Cogelo, dice ella, cogelo y se pajea y me pajea. Y Martín arremete con furia y yo le devuelvo sus embestidas con un movimiento de caderas creando el baile acompasado de una buena cogida que va hacia el final. Cogeme Martín, cogeme, cogeme, cogeme que no puedo más, por favor, cogeme que te deseo, deseo tus manos, tu boca, tu lengua, tu pija. Tu pija, tu pija, tu pija en mi cola así, para vos. Me voy, alcanzo a decir, y ella mete su cabeza entre mi torso y los almohadones y me busca el final con la boca mientras Martín me asesta unos tremendos pijazos que empujan mi leche. Martín, Martín, repito con un sonido gutural. Y me disuelvo en la boca de mi mujer mientras el hombre que deseo se apodera definitivamente de mi cola dejándome para siempre el sello de la primera vez. Temblando, caigo sobre el sillón mientras él la saca dura y palpitante, sin haber acabado. Qué polvazo, le digo, me encantó. Ella me sonríe. ¿Te tragaste la leche? Me hace que sí con la cabeza. ¿Te duele? Me pregunta. Un poco. Sentate en el bidet y enjuagate con agua fría. Voy al baño. Me refresco pensando en lo bueno que estuvo, también un poco en la culpa que me da. No quiero pensar en eso. Lo bueno es que casi no me duele. Dolió bastante cuando la metió, pero el placer supera largamente al dolor.


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