El deseo cumplido IV
Por Pitanga
Enviado el 29/09/2014, clasificado en Adultos / eróticos
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Vuelvo al living y los veo. Están sentados en el sillón, él sigue al palo porque no acabó, está tocándose, ella reposa. ¿Estás bien? Me pregunta. Muy, le digo. Yo acabé otra vez. ¿Ahora? Le digo sorprendido. Sí, mientras él te cogía. Cómo estamos, dice Martín. Calientes, dice ella. Acá cogemos a full, agrega. Saben que son divinos, me encanta coger con ustedes. Conmigo no cogiste. Martín sonríe. Se dio así. Se dio así porque apenas me di vuelta se la pusiste. La verdad es que le tenía ganas. A los dos, pero ¿Qué? No, déjalo así, no expliques, no hay nada que explicar. De acuerdo, pero yo sigo en pie y esperando. Ella me besa en la boca y siento el sabor salado de mi leche. Se echa sobre Martín y empiezan a besarse. Ella se alza sobre sus brazos y le pone sus tetitas en la boca. Comelas. Él chupa sus tetas, lametea sus pezones mientras ella le acaricia la cabeza y lo besa. Después baja lentamente, le quita el forro y se la chupa. Que pija tan rica. Yo los miro y empiezo a calentarme otra vez. Rica, rica, rica. Ay, qué rica, como te la voy a coger. Te voy a sacar todo, todo, todo, pendejo. Pendejo, dice y le pasa la lengua, por el tronco; pendejo, y lo vuelve a lengüetear, pendejo y otra lameteada. Mío, dice, pendejo de mamita, dice y la chupetea, la succiona, juega con la lengua en el frenillo. Mmm, mami, pará un poquito que me vas a sacar la lechita. Ella se para en el sillón, abre las piernas a cada lado de él y flexiona las rodillas para que Martín estirando el cuello le toque el clítoris con la punta de la lengua. ¿Te gusta? Sí, dice él. Calentala bien que te la vas a coger. Una vez, dos. Basta pendejo que me voy. Se aparta, toma una toallita que tiene a mano y se seca la vagina. Después sin decir nada le pone un forrito y se sienta sobre su pija que entra hasta que se atranca. Mueve la cadera, ondula la cintura y empuja para abajo. Empijame, le dice y él empuja hacia arriba. Eso, eso pendejo, dame pija. Lo abraza y se besan enredando las lenguas. Noto como ella sube y baja cada vez más rápido. Mirá como lo cojo, me dice. ¿Te gusta? Me encanta. Es divino, sos divino, pendejo, sos tan lindo, como me gustás. Te calienta decirme pendejo ¿eh? Sí, me calienta, pendejo. Coge y le lame la cara, sube y baja, grita, gime y veo la cara de Martín que se va transformando, se le marcan las venas del cuello, aprieta los labios, se pone colorado y empieza a emitir un ronquido grave. Entonces la toma por las nalgas, se da impulso y se pone de pie cargándola por la cola y sin sacar la pija. Así, desde las ancas, la sube y la baja bufando como un animal mientras ella le rodea el torso con las piernas, las cruza a la espalda y aprieta diciendo entre gemidos, pendejo, pendejo, pendejo, pendejo, no pares, pendejo fifón, y yo, al palo, la veo gozar como pocas veces. Él no habla ni gime, sigue con el sonido grave de su garganta que parece un ronquido animal mientras la sube y la baja cada vez más rápido. Contenelo, dice ella, contenelo pendejo, quiero gozarlo más. Y él baja la velocidad de la cogida hasta dejarla solo con la cabeza adentro y moviéndola muy despacio. Ay, que hijo de puta, cogeme pendejo, no me dejés así, dámela toda. Martín acelera un poco y va agachándose despacio hasta terminar en el piso con ella sobre sus muslos y así, en esa posición, acelera la cogida mientras ella pide, toda, toda, toda y recién ahí la vuelca sobre la alfombra, ella le coloca las piernas sobre los hombros para abrirse bien, y él le da con fiereza, fuerte, rápido, sin tregua. Así, así, así, ella; un ronquido irreproducible él, y ella que empieza a temblar, baja las piernas y apoyando los talones y los codos alza la cadera y deja su cuerpo tenso como la cuerda de un violín y repite pendejo lindo una y otra vez durante varios segundos mientras él la deja quieta y bien adentro y brama como un animal. Ella rompe la tensión inmóvil de los cuerpos con dos conchazos y un grito breve, iiia, un segundo de tiempo y otro conchazo, iiia, y él contrarresta ese movimiento clavándole dos pijazos para rematar el polvo, su polvo y el de ella. Luego los cuerpos se derrumban uno sobre el otro. Silencio y quietud.
Enciendo otro fino, estoy solo en el sillón, echado, tocándome y mirando como reposan después de un polvo extenuante. Me recalentó verlos coger, como se gozaban entregados por completo como si se conocieran. Ahora siento un placer morboso viendo a los amantes tocarse apenas los dedos uno al otro, respirando todavía agitados. Qué bueno, digo. Pero parece que del otro lado no quedan fuerzas para hablar porque el mío es el único comentario. No creo que siquiera lo hayan escuchado. Están como si yo no existiera. Me levanto y cuando paso junto a ellos le dejo el faso a mi mujer. Ella lo toma sin hablar y se le pone en los labios a él que da una seca. Yo sigo hacia el baño. Desde el hall la escucho a ella: Sos bravo. ¿Por? Te la re aguantás. Y eso que soy un pendejo. Mi mujer se ríe. Son cosas que se dicen en la calentura. ¿No te gustó que te dijera así? ¿La verdad? No. Pero pensé, vamos a ver si cuando terminemos sigue diciendo lo mismo. Qué guacho. ¿Y? ¿Y qué? ¿Todavía te parece que soy un pendejo? Preguntame cuando terminemos. ¡Epa! Se ríen. Me meto en el baño y vuelvo al living con toallitas higiénicas. Ella está echada boca abajo con la cabeza apoyada en el pecho de él. Cuando se da cuenta que estoy ahí se aparta. Amor, me dice, vení, echate acá. Me arrodillo entre ellos, le alcanzo una toallita y con otra repaso la pija de Martín que aun en reposo se ve tentadora. Ella me acaricia la espalda. ¿Estás bien? Muy, le digo. Él se incorpora sobre los codos. Lo que está pasando es reflipero, dice. Ustedes son muy copados. Hace tiempo que son como mi fantasía inalcanzable. ¿En serio? Más vale. Bueno, vos desde no hace tanto sos la nuestra, dice ella. Y acá estamos, digo yo. ¿Ya habían curtido trío? Nunca, ella. Jamás, yo. Es simple, con vos estamos porque se dio, digo. Nos calentamos hasta tal punto que yo le dije, así no se aguanta, probemos. ¿Y? Pregunta Martín. Nos miramos. No me arrepiento, digo yo. Me encantó, dice ella. Esto está muy hablado, agrega. Le besa el pecho y se pone de pie.
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