Se hace de día y nos despertamos juntos en nuestro lugar de descanso.
Hace frío pero no impide que yo este duro, tieso y listo para la acción.
Tú como siempre, fría y lejana, siempre necesitando un poco de rodaje para entrar en calor y funcionar bien.
Se enciende la luz te veo como siempre, perfecta, llena de curvas, carnes prietas y como siempre, inaccesible y orgullosa de ser siempre la primera en todo.
Antes de ponernos en marcha, una pequeña revisión para que todo vaya perfecto, como la seda.
Un apretón y entro como cuchillo caliente en mantequilla, comienzas a moverte, primero despacio como si no quisieras avanzar y a medida que nos movemos yo voy subiendo poco a poco mi posición, tú te vas moviendo cada vez mas deprisa, al ritmo que yo marco.
El calor se nota por todo tu cuerpo, no puedes negar que te has puesto a 100, y, ante la imposibilidad de que te enfríes por ti sola, te ayudo bajando un poco el ritmo; un golpe, otro y otro, así hasta que veo que te tranquilizas.
De repente dejas de moverte, cansada por el movimiento, feliz y orgullosa, no te dignas ni a mirarme, solo ladeas tu cabeza en un gesto de arrogancia y mis ojos siempre te miran fijamente como intentando alcanzarte, aunque se que nuestro amor es una maldición que nos hace permanecer siempre juntos y nuestra relación siempre finalizara en un punto muerto.
Amor entre una rueda y una palanca de embrague de moto.
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