LA SOMBRA

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Cansada apagas la luz de tu cuarto y te dispones a dormir.

Vestida solo con un camisón de seda, tu cuerpo sufre el agobio de la prisión de la ropa por el calor reinante en el ambiente.

Es verano, y un calor sofocante llena tu habitación. Dejas las ventanas abiertas con la esperanza de que entre un soplo de brisa fresca para aliviarte.

Con la seguridad de la base, abres las ventanas de par en par, sabiendo que nadie perturbará tu sueño.

Las luces de la calle juegan con las sombras de tu habitación dibujando raros dibujos en el techo y paredes.

El sofoco te impide dormir mientras miras las sombras chinescas del techo, tu imaginación empieza a trabajar creando mil y una situaciones comprometidas.

El calor se hace cada vez más insoportable y  dejas caer a un lado de la cama la sábana que te cubre, no es suficiente para aliviarte del sofoco de esta húmeda noche.

Como hipnotizada tus manos van subiendo poco a poco el camisón que te cubre hasta quedar totalmente desnuda encima de la cama.

Lentamente tus manos empiezan a acariciar tu vientre explorando tus poros con la yema de los dedos, abriéndote paso hasta tu monte de Venus, deslizándose a causa del sudor que cubre todo tu cuerpo.

Como si estuvieras drogada empiezas a acariciarte hasta que un gemido sale de tu garganta, disfrutas en las sombras y te pierdes en ellas.

De repente un ruido extraño te hace sobresaltar y rápidamente recoges el camisón del suelo para taparte y sentirte más segura, te levantas y te diriges hacia la ventana pero allí no hay nada más que las cortinas movidas por una tímida brisa nocturna.

Tranquila de nuevo, te recuestas en la cama otra vez desnuda, tus pechos apuntan al techo, desafiantes, excitados por la posibilidad de que alguien pudiera verte en la intimidad de tu cuarto.

El calor existente en el ambiente mezclado con la humedad de la noche no permiten que el sueño llegue a ti, pero las sombras de la noche te invitan a seguir con tu momento de placer.

Continúas con la tarea que fue interrumpida antes por el ruido, pero esta vez, hay algo más.

Notas como si hubiera alguien en la oscuridad de la noche que te observa, cosa que hace que te vuelvas más gata y salvajemente húmeda.

Sin nada que te cubra te retuerces de placer,  buscando, quizás, un cuerpo a tu lado para compartir este momento.

De repente notas que una de las sombras de la pared se mueve hacia tu cama y empieza a cobrar vida en forma humana.

Intentas escapar pero tu desnudez no te lo permite ¿Quién eres? Preguntas; “Tus más íntimos deseos” responde.

Sin mediar palabra te coge por la cintura con unas manos fuertes y suaves como la seda y  te arquea la espalda, para, a continuación, separarte las piernas y dejarte en una posición totalmente desinhibida. Introduce su cabeza entre tus piernas y empieza a besar el interior de tus muslos suavemente y sin prisa pasa la lengua desde el principio hasta el final de ellas.

Intentas atrapar sus cabellos con tus manos pero se pierden en una nube negra que vuelve a aparecer cuando tus dedos se retiran de ella.

 Su lengua se detiene en tu clítoris ya mojado por la acción de tu mano y empieza a darle pequeños toquecitos con la punta de la lengua. Para más adelante secuestrarlo entre sus labios y besarlo y succionarlo para tu deleite y gozo.

Mientras por tu cabeza pasan varios pensamientos: ¿grito? ¿Sigo? El placer que sientes es tal que te dejas llevar por algo que no comprendes pero que te hace llegar casi al paroxismo.

Como una serpiente se desliza debajo de ti y también mirando hacia arriba se coloca debajo tuyo, abrazándote con sus brazos y penetrándote poco a poco desde esa posición.

Aprietas tu trasero contra su estómago pero destensas tus músculos vaginales para que la penetración sea más placentera y profunda.

Lentamente empiezas a moverte suavemente arriba y abajo , colocando tus manos sobre su pecho desnudo e intentando no se salga eso que quieres tan adentro de ti, como una posesa empiezas a moverte cada vez más rápido, tus uñas se clavan en su piel, tu cabeza pierde el sentido, tu sexo es un volcán en erupción.

En un momento de casi desfallecimiento te giras e intentas adivinar el rostro que tiene tu amante, no ves más que una sombra pero ye imaginas unos ojos, una boca, una cara de un amigo tuyo (¿adivinas de quien?) lo que hace sacarte una sonrisa lasciva de complicidad.

Intentas girarte pero no te deja, te presiona las caderas para que no te muevas y sigue con su ritmo frenético, así te quiere, desde ahí te domina, te acaricia los pechos, el vientre, la espalda, tu clítoris, te tiene a su merced.

“¿Cómo has entrado? Esto es una base militar”; Le preguntas.

“No he entrado, siempre he estado aquí contigo”; Responde 

“Pero sólo hoy me has dado permiso para mostrarme, lo he visto en tus ojos, en tu deseo”

Exhausta te dejas caer de lado en la cama y el se mantiene pegado a ti unos instantes antes de desaparecer. El día se asoma y va matando poco a poco a tu amante nocturno.

Te despiertas pensando si habrá sido un sueño erótico nada más, pero al ir a recoger tu camisón del suelo, descubres que una flor negra, como una mancha, está dibujada en el.

¿Ha sido verdad? ¿Ha sido un sueño? Quizás no lo sepas nunca,  o,  quizás lo descubras esta noche. ¿Quién sabe?


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