LA GUÍA TURÍSTICA (PARTE 1)

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Para ser un día de primeros de junio el calor ya se hace notar en la capital maña, cuando la jornada laboral hace rato que ha empezado.

Hoy toca limpieza del autobús pues los niños, esos pequeños diablos, no son un ejemplo de limpieza.

Orgulloso de ser el chofer de un autocar de primera línea, con todos los lujos permisibles sobre ruedas, te afanas en la limpieza para que tus siguientes clientes se encuentren como en su propia casa mientras les enseñas orgulloso tu ciudad.

Dentro de las cocheras hace más fresquito pero la ardua tarea de limpiar un vehículo tan grande hace que el sudor empiece a aparecer sobre tu cuerpo. No estás dispuesto a que tu camisa perfectamente planchada se llene de ronchas y de mal olor por lo que decides quitártela para no ensuciarla.

El calor dentro del autobús se hace cada vez más insoportable pero no puedes ni debes dejar el trabajo a medias, tu profesionalidad te lo impide.

Mientras en un momento de descanso, sacias tu sed y con una toalla te secas el sudor que hace que tu cuerpo brille como si te hubieran untado de aceite para una sesión de fotos.

Una voz femenina se oye desde la puerta preguntando por ti; “¿Roberto?......te acercas a la puerta medio desnudo y desde arriba observas a una mujer vestida de chaqueta y falda con el pelo recogido en moño y una gafas que le dan un aire entre viciosa y sabelotodo que hace que no ceses de mirarla. La chaqueta gris cruzada permite ver que su escote oculta debajo de su blusa blanca una lencería de color negro con encaje, algo que realmente te vuelve loco.

Te dice que se llama Isabel y que será por unos días tu compañera de trabajo pues la anterior guía se ha puesto enferma y no podrá acompañarte.

Mientras te cuenta los detalles de su incorporación a la empresa notas que por encima de sus gafas te observa mientras lentamente te vas secando y adecentando para empezar la labor con el uniforme reglamentario y cómo se muerde el labio inferior cuando te recorre con su mirada tu torso desnudo.

La invitas a subir para que conozca el vehículo y al llegar a tu altura un meditado tropezón con la escalera hace que su cara vaya a dar contra tu pecho y tu fragancia inunde su olfato.

Tú que eres perro viejo, te has percatado de su ya despierto interés por ti y le comentas que antes de salir con los pasajeros es preciso hacer un recorrido de la ruta para conocer de antemano lo que se va a ver y así preparar el guión de la visita. Ella accede encantada y tú comienzas a conducir.

Mientras viajáis por la autovía que circunda Zaragoza le explicas los detalles del autobús: DVD, sonido estéreo, pantalla panorámica, bar, aseos, amplios y confortables asientos……y lo más importante los cristales del autobús son especiales, pues vosotros podéis ver la calle, pero desde afuera no pueden ver lo que pasa dentro del autobús.

Esto último hace que un escalofrío recorra la espalda de Isabel, imaginándose la escena que pasa por su calenturienta mente.

El aire acondicionado apagado a posta y la calefacción ligeramente puesta, hace que el ambiente dentro del bus sea casi insoportable, le comentas con una sonrisa pícara que hasta el día siguiente no podrá ser arreglado, pero que se puede poner más cómoda que nadie os puede ver y estáis solos. Isabel se desprende de la chaqueta y se desabrocha dos botones de la blusa, la cual por el efecto del calor se ha pegado a su cuerpo y se transparenta aún más el conjunto de lencería que lleva puesto.

Mientras pasáis cerca de la Expo se sienta en los asientos delanteros justo a tu lado y mirando hacia ti. Su estrecha falda de tubo recogida para poder sentarse deja entrever que usa liguero y esa imagen te hace cada vez ponerte más enfermo.

Os estáis calentando mutuamente sin que ninguno se decida a dar el primer paso hasta que decides atacar.

La preguntas que si nunca ha conducido un autobús y que si le gustaría hacerlo; te responde que le gustaría pero que le da miedo, a lo que la invitas amablemente a compartir tu asiento para enseñarle en primera persona cómo se hace.

Nerviosa y a la vez contenta intenta sentarse entre tus piernas pero la maldita falda se lo impide y te pregunta que si no te importaría se la subiera hasta la cintura para poder acceder al sitio, a lo que tú accedes de muy buen grado.

Con la falda en la cintura y de espaldas a ti pasa una pierna por encima tuyo para colocarse en tu regazo, su culo es lo más perfecto que has visto nunca y ahora lo tienes delante de ti. Se va sentando lentamente, sin prisa, acomodándose entre tus piernas, pues aunque no quieras tu excitación es más que notable a estas alturas de la historia y ella se da cuenta de ello y te provoca aún más bamboleando su trasero para quedar bien encajada en ti.

Salís del área de descanso en dónde estabais aparcados y con el movimiento del autobús ella cada vez se aprieta más contra ti y tú haces lo posible por tenerla en esa posición. En un momento de descuido ella coge tu miembro y te dice que se ha equivocado pensando que era la palanca de cambios, pero que le gusta más esa y la dejará al aire para acelerarla cuando quiera. Con la falda en la cintura y sin mucho más que moleste que la diminuta tirilla del tanga, no le hace falta más que un pequeño empujón para que lentamente se introduzca en ella mientras sigues acelerando y buscando a posta todos los baches de la carretera.

 


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