No sé si es por la vida que llevamos o por la mala leche que nos canta pero cada día que pasa nos olvidamos de los pequeños placeres que esta vida nos otorga. Placeres que con el tiempo se nos hacen más y más raros o simplemente más escasos.
Olor a hierba recién cortada,
chocolate con churros de madrugada,
pisar el suelo tras una gran nevada,
el recuerdo de una gran velada.
La sonrisa infantil de un niño,
que alguien te recuerde con cariño,
el sabor de la miel en los pestiños,
que una mujer por la calle te haga un guiño.
Enterrar los pies en la arena,
llorar de alegría no de pena,
buena compañía en cualquier cena,
despertarte abrazado a tu morena. (En mi caso)
El olor de un horno de leña en invierno,
comer de los panes el más tierno,
entrar llorando y salir riendo,
olvidar a la muerte y seguir viviendo.
los cruces de miradas,
los besos robados,
el ir a buscarla,
correr como alocados.
El abrazo de un amigo,
de un amanecer ser testigo,
sentirte siempre a buen abrigo,
llamarte un día y comer contigo.
El perfume de las rosas de abril,
las olas del mar golpeándote sin fin,
el brillar de una estrella cuando pienso en ti,
un roce, una caricia, tu risa febril.
El placer de una buena conversación,
el poder llorar de emoción,
un beso, un piropo, una canción.
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