Supremo Juez callejero , 1 de 3

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SUPREMO JUEZ CALLEJERO

Un conocido hombre místico decide eregirse como su propio juez, poniendo a revisión sus actos, entonces su misión contrastada colapsa para renacer y conducir a otros a enfrentarse a sí mismos, renunciar a sus vidas para asumir un camino de significado, que los lleva a heredar el manuscrito del desaparecido Dotas Minevaro.

Purpura, Versos apócrifos.

Todo empezó en la iglesia, justo un día después del sepelio de mi padre. La furia, la sed de venganza, me sugerían algo difuso, mientras que la dignidad se me desmoronaba en la desesperación. Ansiaba, suprimir la razón y la conciencia, recibir fervoroso la ceguera que brinda la bendición de la ira. Quería encontrar la fuerza para alcanzar la vengada satisfacción, la aniquilación del pasado, la supresión de lo ominoso.
Después de largas noches sin sueño, el agotamiento venció al insomnio y en un terrible sueño una voz sin origen me convocó:
Te has acercado buscando el conocimiento secreto y la generosidad del maestro te ha correspondido, conmovido ante tu obsesión y miseria. Pero todo conocimiento es dolor. Aprenderás de tú mundo que todo es vano y que al lograr el conocimiento quedaras en la soledad, en la profunda pérdida del todo.
Luego serás tú contra ti mismo y viejas ambiciones se volcaran contra ti. Suplicaras el fin y en cambio vivirás, para observar lentamente tu mundo agonizar. Sabrás que en realidad siempre moraste en una prisión, más cuando dejes de amarla serás perfecto y aprenderás a morir.
Los siguientes días de confusión terminaron ante una revelación personal: Las fracciones no existen, todo es un fluir, la vida - la muerte, el día - la noche, tus actos son mis actos, mi muerte - tú muerte, ambas una nota en la melodía mística y la impunidad el rumor acompasado del cronometro de la venganza, el último engaño.
Entonces, empecé a reconocer, una extraña emoción, surgiendo de entre la tristeza y la frustración, anticipando a la furia en el punto de la liberación.
Con claridad vi el puente, bordeado de la lujuriosa vegetación de la ignorancia petulante y la autosatisfacción por el que cruzan los que cruzan los pusilánimes. Y como en la objeción Fortunata de Poe, en mi pulso, se quedaron contabilizadas las serpientes que acercan su miseria al filo del cuchillo con cada acto.
Mi nueva claridad dio a luz sueños sin esperar a la noche, y así amanecía al sol, repentina, aquella voz sin lugar:
La vida efímera nos conduce por ilusorios caminos todos falsos que convergen al mismo punto. Nuestros pasos no existen y nuestro viaje: sólo vanidad.
Si buscas la vida, debes renunciar a la paz. Si te atreves a abrazar la pasión de la acción, alcanzaras la guerra y morirás. Pero de cualquier forma morirás (sin importar tu elección), al final irremediablemente te alcanzaran los latidos del tiempo. ¿Por qué esperar el cierre del telón contemplando? La profunda paz absoluta, fue aniquilada por Dios con la creación: blasfema ambición la paz.


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