Las largas noches se sucedían al igual que su agonía por poder dormir al menos unas horas. Pero aquel retrato había anulado su sueño. Tal era la obsesión con la mujer retratada que apenas apreciaba la presencia de su esposa. La pobre Ruth tuvo que tragarse el orgullo, y pese al odio que le provocaba aquella pintura, accedió a colocarlo en el dormitorio, frente a la cama. Estando cerca el cuadro también lo estaría su marido.
La misma noche en la que el lienzo fue trasladado al dormitorio Ruth estaba tranquila, ya no sentía tanta aprensión por esa antigualla. Parecía como si se hubiera rendido, tan sólo se conformaba con notar el calor de Andrés junto a ella cada luna.
En cambio Andrés, hipnotizado por el embrujo de esa señora, sería capaz de dar lo que fuera por pasar una noche con ella.
Las interminables horas consumieron la vigilia del matrimonio hasta caer en un profundo sueño.
Pero el amanecer no trajo más que horror al deseo de Andrés;
Una anciana cadavérica ocupaba el lugar de su compañera aterrorizado alzó su mirada al cuadro y allí estaba Ruth, rebosante de belleza y juventud, posando inerte sobre una sangrienta cama decimonónica.
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