Ana. Cuarta Parte.

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Menos mal que llevaba uno de los mejores sujetadores que tenía, era de color beige, casi nuevo, me lo había comprado dos semanas atrás, y realmente me hacía buen pecho.

 

- Pues sí, el problema viene de tu espalda, tiene muchos nudos, quizá por nervios... o estrés.

Qué mentiroso....No me pasaba nada en la espalda.

 

- Mejor voy a ponerme encima tuya que es más cómodo, si no te molesta.

- Adelante. Dije

 

Me pareció notar algo a través de su pantalón, pero no sabía si era su miembro o simplemente yo estaba cachonda, así que pasé del tema.

 

- No es mi móvil. Rió.

No podía más.

- ¿Me estás provocando? Dije. Y me di la vuelta, quedando él, encima mía, cara a cara.

- Pensé que no te darías cuenta.

- Me di cuenta en cuánto me tocaste el cuello, me lo has dejado peor de lo que lo tenía. Reí.

- Eres tonta, ¿Lo sabes?

- Y ¿Qué haces encima de una tonta?

 

Se quitó de encima. Mierda. Ya lo he estropeado.

O no.

 

- Cierra los ojos Ana. Los cerré sin dudarlo.

 

Noté como me desabrochaba las botas, típicas botas marrones antiguas.. Mi corazón empezó a latir más rápido. Abrí los ojos.

 

- Te he dicho que cierres los ojos.

Los cerré de nuevo.

 

Me quitó los pantalones vaqueros desgastados y jadeé de placer. Lo hizo suave, con delicadeza, como si nunca antes lo hubiera hecho, con amor, con dulzura, no pensé que sería así, pero me gustaba. Me incorporé y abrí los ojos.

 

- Ana, te dije que cerraras los ojos, ahora te digo que no te muevas.

Hice caso.

 

 

Me encontraba en ropa interior. Empezó a lamer mis pies, lentamente, me sentí rara, porque jamás nadie me había hecho eso, pero no era capaz de decirle nada. Siguió lamiéndome una pierna hasta llegar a la cadera y luego siguió con la otra pierna. Yo estaba deseando que se centrara en mi sexo. Llegó a mi parte superior. Seguía lamiéndome y me quitó el sujetador.

 

- Me encantan tus pezones duros.

Me los apretaba, los trataba a su gusto, me los volvía a apretar, cada vez más fuerte, y mis pezones cada vez mas duros. No pensé que se pondrían tan duros. Iba a explotar. Me quitó las bragas con fuerza dejándolas a un lado del sofá y metió su cabeza en mi ser, sin pudor, y pasó su lengua por mi clítoris, rápidamente, fuertemente. Dios, yo sólo gemía y gemía. Me corría y me corría. No quería que ese momento terminase. Tenía pequeñas muertes seguidas.

 

- Para, que voy a mancharte. Dije

- Mánchame.

 

Yo seguía corriéndome una y otra vez, y no me había metido los dedos o su polla, tan sólo lamiéndomelo como nadie. Yo estaba cachonda, muy cachonda. Lo paré en seco. Me incorporé.

 

- No puedo más, te vas a enterar. Dije.

Rió.

 

Le quité todo,los pantalones, los calzoncillos y me la tragué de una sola chupada, hasta el fondo. Gimió.

 

- Ana, dios Ana, ¿Dónde has estado todo este tiempo?

 

Yo seguía comiéndomela, sin poder respirar, con arcadas, no me importaba, estaba muy excitada, muy húmeda, al igual que su miembro. Tenía un capullo 

perfecto para lamer. Y yo seguía, y seguía y seguía.

 

- Para que no quiero correrme ya. Dijo

 

Bestialmente me puso a cuatro patas y me la metía mientras sonaba. Pum, pum. Esta vez no eran los latidos de mi corazón, era el sonido de su polla dentro de mí. La tenía grande, gorda, era perfecta. Joder este tío tenía todo perfecto. Movimientos secos. Pum, pum, pum. Me agarraba el culo con una mano mientras con la otra me tocaba los pechos o me azotaba. Yo mientras me tocaba el clítoris. El sofá estaba empapado.

 

- Sigue mojándolo, no sabes lo cachondo que me pones pequeña.

- Azótame fuerte. Dije.

 

Yo seguía corriéndome, era un no parar. Me puse encima suya mientras saltaba y él apretaba mis pechos y yo gemía como nunca, esta vez demasiado sonoro, mientras él me mandaba a callar. Mordía su cuerpo, demasiado fuerte, pero le encantaba, no quería que parara, mientras me la metía con más y más fuerza.

 

- Quiero que te corras en mi boca. Dije.

Y así fue.

Segundos antes de correrse abrí mi boca, me la metí hasta el fondo y se corrió.

 

Estábamos sudando, dábamos asco, nuestros pelos estaban empapados, y nuestros cuerpos también. Aquello no era hacer el amor. Aquello era follar.


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