Y, desde hacia años, se volvieron a encontrar. Y, desde hacia años, un escalofrío les recorrió por la espalda a ambos. Sin palabras, sin saber que decirse. Sin necesidad de estar en ningún otro lugar que no fuese allí. Se miraban a los ojos y daba la sensación de que el tiempo se arrastraba en el reloj. La calidez que le inspiraba cada mota del marrón de sus ojos, brillantes como nunca, no dejaba de sorprenderle. Ella se sostenía la mano entre los labios, creyendo así que ocultaba el temblor que le producía su sola presencia. Él, por su parte, sostenía la barbilla alta, con la cara totalmente descubierta, sin dejar de mirarla. No dijeron nada, ni tampoco hacia falta, habían aprendido a besarse con los ojos.
Ella reanudó su marcha y, desde hacía años, lo volvió a dejar atrás.
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