Una historia de tres (2da parte)
Por Alina
Enviado el 08/11/2014, clasificado en Adultos / eróticos
9940 visitas
Cuando todas las luces fueron prendidas nos indicaron ajustar los cinturones y reclinar los asientos, mientras lo hacíamos cruzábamos miradas de complicidad como tres niños que esconden sus juguetes para que nadie los pueda disfrutar.
El me miró y preguntó: estas bien? -perfecta!- le respondí sonriendo pícaramente. Ella dijo: - Vienes por motivos de trabajo o vacaciones? -por ambas cosas- dije. -Y ustedes? - Igual, por los dos motivos- dijo él, con es tono de voz que no dejaba de seducirme.
- Y a que hotel vas?- preguntó- al Eurostars Cladge de Buenos Aires- respondí muy suavemente.
- Esto es increíble!, nosotros también tenemos la reserva en él- van a ser unos días de perfecta compañía- dijo ella acercándose y apoyándose sobre su marido, para lograr alcanzar mis manos y acariciarlas.
Eran las 10.30 pm había desempacado, tomé una ducha fría por la tibieza del lugar y ya sola en mi suite, decidí tomar un trago e ir a la cama. Prendí mi agenda electrónica cuando vi en la mesa de noche la tarjeta que esa increíble pareja me había entregado para poder llamarlos cuando desee repetir ese grandioso momento. Mi imaginación empezó a volar nuevamente y mi corazón se aceleró recordando esa placentera travesía en el avión. En pocos minutos tenia humedecida mis bragas y fui extremadamente deseosa de tener un pene tan placentero como el de ese hombre dentro de mi. Mi cuerpo se estremecía como si se tratara de una crisis adictiva. Sufría la desesperación por volver a verlos. Quería la sonrisa de ella, su suavidad, su femineidad y el opuesto que era él, su fuerza, su rigidez en el miembro y sus manos tan varoniles. Tenia mucha saliva en la boca y en mi sexo lubricado un fuerte dolor causado por los espasmos y la dilatación debido al gran deseo que experimentaba.
Me dijeron, llámanos cualquier día o cualquier noche, incluida esta; y se despidieron ambos dándome un delicioso beso en la boca. - Nos separan solo algunas puertas- dijo él sembrando un deseo en mi interior.
Me quedé pensando en esa alternativa y dude un poco pero al fin decidí marcar aquel número. Me contestó él con una voz que era casi un suspiro y me invitó a su suite. -No dejes de venir Brenda!- gritó Karen a lo lejos con ese acento tan sensual y típico argentino. -Claro que no- dije - Me preparas un whisky?- acoté - Por supuesto preciosa- dijo él.
Ella lucía elegante y sexy con un encaje francés Huit. Él estaba sobrio, sereno y me esperaba con un vaso apetecible en las manos. Acarició mi cabello, bebió un sorbo y me besó, y dejo caer de entre su lengua un poco de aquel líquido en mi boca, la mezcla de su saliva y el licor era extremadamente excitante y era aún mas suave y delicioso, me había preparado un Bobby Burns. -riquísimo- le dije entre susurros.
Lentamente bajo las manos y acarició mis caderas, mis muslos y mi levantó la pequeña faldita para llegar a buscar mis bragas que había quitado a sabiendas de la ocasión. -Qué suave es tu piel- me dijo. Sonreí - pero y donde están tus bragas? -no las llevo hoy- dije tratando ahora de ser yo quien seducía. Levantó una ceja y me atrajo hacia él, pude sentir entonces que había causado el efecto que deseaba, tenia entre las piernas ya preparado un manjar para mi.
Karen, se acercó muy lentamente, como un guepardo que estudia a su presa y trata de no ahuyentarla. Me miró fijamente a los ojos y beso mis labios mientras Eduard seguía jugando con mis nalgas, las estrujaba y amasaba, les daba pequeñas palmadas, estábamos empezando un ritual incomparable, jamás antes vivido y completamente diferente. De pronto Karen se sentó en el sofá junto a la cama y se despojó de toda sus prendas, comprendí que quería vernos, yo disfrutaba de sus ojos mientras con un suave toque hice entender a Eduard que caiga sobre la cama. El echado era como un hermoso príncipe esperando mis manos, entonces besé su boca pasando mi lengua por sus labios, bese su barbilla y pronto bajé por sus musculosos pechos y abdominales hasta llegar a morder suavemente ese enorme bulto debajo de su boxer que quite lo mas rápido que pude, olvidé a Karen que jugueteaba con su sexo húmedo mirándonos. Ninguno hablaba ya, nos comunicamos con un lenguaje arcaico, el silencio y la respiración agitada lo decía todo, éramos tres disfrutando de un mismo placer, éramos tres disfrutando del erotismo de aquel momento. Comencé a besar y chupar su sexo, frotaba masturbando su grandioso falo, cada vez era mas duro y esas venas parecían reventar por la hinchazón. Me tomó del cabello y me conducía los movimientos, ascendentes y descendentes hasta introducirlo a lo mas profundo de mi garganta. Disfrutaba mucho mirando como me hacia tragar su mastil potente.
Karen se puso de pie y se sentó frene a mi en una hermosa silla roja Luis XV ya despojada de toda ropa lucia una atractiva figura que complacía cualquier ojo incluido el mío, abrió sus piernas y dejó ver una rubia sexualidad que desbordaba deseo, entonces deslizó sus dedos sobre su clítoris y jugueteó con el mientras yo la miraba pero no dejaba de introducir en mi boca aquel grueso pene.
Ella estaba mirando todos nuestros movimientos y disfrutaba sabiendo que su hombre era complacido por mi, entonces no pude aguantar mas el deseo y me levanté para poder sentarme y cabalgar sobre mi perfecto potro lleno de vigor y fortaleza, el me miró diciéndome con la mirada: te deseo, hazlo! subí lentamente disfrutando cada mirada, al fin tuve frente a mi hendidura, el mástil mas hermoso q hubiera visto, apuntaba a mi, entonces con un gran gemido lo deje entrar en mi vulva mojada sedienta de placer y carne. Eduard hizo uno de sus suspiros q ya conocía pero esta vez fue mas intenso, un casi gruñido salvaje, era un animal descubriendo mas placer, me volví loca y no deseaba nada mas que moverme en círculos, en ascendente y descendente, galopaba fuertemente, el gritaba y yo sollozaba de placer mientras Karen se masturbaba con la escena, los ojos de Eduard estaban desorbitados y mis vagina como una fuente, entonces me incliné para besar su dulce boca, el jugueteaba con mis pezones.
Levanté la mirada y Karen era muy excitada, movía con mas fuerza sus manos y acariciaba con mas vigor su clítoris mientras mordisqueaba sus labios.
Eduar me tomaba ahora de la cintura y con un movimiento brusco me quito de él y me bajo, se levantó y me ordenó ponerme en posición de perra, una perra con la vulva enrojecida de deseo y los labios muy mojados por la excitación.
Estoy en cuatro y el detrás de mi preparando su arma para atacarme, me hará sudar la gota gorda, me hará gemir hasta volverme una fiera salvaje.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales