Denunciar relato
Es bien conocido por todos que el hombre a lo largo de su vida ha de hacer tres cosas. La primera, plantar un árbol, la segunda, tener un hijo y la tercera, escribir un libro. Y viendo que ya planté un árbol hace algún tiempo y acabó secándose y todavía no es estación de tener al primogénito, llegué a la conclusión de que lo más fácil sería escribir un libro. Fácil. En la teoría, pero no en la práctica. Cientos, miles y millones de palabras que se conectan entre sí para crear historias eternas, inmutables, resistentes al olvido y a la vida, que en cierta parte, es como un fuego que va quemando nuestra capacidad de imaginación. Imaginación. La misma que me falta en estos momentos.
Y es que llevaba ya algunos años intentando comenzar mi primer relato, que en mi pensamiento debía ser el más simple y conciso de todos. Aquél que en veinte páginas descifrara una visión de la existencia brillante, transparente. Transparente como la gente que a mí me agrada, la que se mueve donde la corriente le lleve. Y fue en el intento de canalizar todo este torrente de ideas cuando me propuse empezar algo nuevo. Quizá un árbol. No, eso ya lo había intentado. ¿Un hijo?. No era el momento. Un libro. Y así fue.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales