Era una noche muy fría, me encanta esa sensación de descenso térmico en la piel de mi rostro. Caminaba por las calles de la ciudad sin apenas cruzarme con otra persona. Eso me hacía sentir con aires fríos de libertad, a la vez saboreaba en mi mente una fuga de Bach, donde su armonía de una precisión perfecta de subidas y bajadas parecia el movimiento de una serpiente, me hacia sentir elevado. Observando el brillo especial que emitía la luna se veía una nube cerca de ella e imaginaba la luna moldeando delicadamente la nube en forma de manos como un artesano alfarero. Esos dedos esponjosos y suaves tocaban las teclas de los edificios, produciendo una música que fluía por todo su interior de estos como una especie de energía eléctrica que iluminaba todas las habitaciones, irradiando a toda la ciudad de algo divino que no se puede explicar con palabras.
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