Noche Húmeda II

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Ambos se movían con frenesí alcanzando estadíos de placer sublimes, las pieles erizadas por las sensaciones que hacían latir sus intimidades, ambos se fundían una y otra vez el uno en el otro, besándose, lamiéndose, contorneándose...el hombre intentó aflojar el paso, a lo que María susurró con su media sonrisa:

-Si te paras ahora...¡te mato!- provocó una buena carcajada en el hombre y éste complacido de ver el placer que estaba proporcionando a la mujer, decidió seguir con la misma intensidad. María gemía, se tapaba la boca con su mano para no hacer mucho ruido, él, sonriendo y dichoso, logró que la mujer se contrajera, tuviese pequeñas descargas eléctricas que provocaron sin lugar a dudas un merecido orgasmo en la fémina.

Jon paró. Con la tez iluminada y una sonrisa de oreja a oreja María le besó sin dejar de mirarle a los ojos, gratamente complacida, susurró bajo la tenue luz de la alcoba.

- Que rico, ha sido genial-

-Perdona- le cortó Jon con una mirada desafiante- esto no ha hecho más que empezar.

Sin mediar palabra comenzó de nuevo a besar a la mujer, esta correspondió encantada, libidinosa, empapada en sus propios jugos. Cerró los ojos mientras, Jon bajaba sigiloso por el cuerpo de la mujer, ella torpemente intentaba acariciar el cuerpo masculino, hasta dónde sus manos alcanzaban, hasta dónde su propia excitación le permitía. Jon bajaba por el cuerpo de la mujer, su meta no era otra que alcanzar el clítoris de su hembra en celo, ella le frenó en seco.

-No ahí no-

-¿Porqué?- preguntó un tanto confuso.

-Porque esta sucio, además huele mal-

-Esta escandalosamente apetitoso y huele a coño de hembra. ¿Cuál es el problema? No hay cosa que me excite más que ese olor. Relajate, disfruta y dejame disfrutar. Tienes un pedazo de coño que me pone a mil, me lo voy a comer entero.

María rió cerró los ojos y se dejó llevar, Jon abrió sus labios y con la punta de la lengua comenzó a recorrer el sexo de María que, de nuevo alcanzaba un alto grado de excitación. Tomó el liquido viscoso de la vagina de la mujer y sin mediar palabra, subió hasta alcanzar la boca de la misma dándole a probar el sabor de su untuoso sexo. María gemía de nuevo, emocionada por el placer que le proporcionaba su amante, tenia la imperiosa necesidad de sentir de nuevo su miembro dentro de ella, tal y cómo le hizo saber entre gemidos...

-Fóllame, ven dentro de mi, rompéme por dentro, necesito de tu pedazo de carne cabalgando dentro de mi...clavame entera a ti.

-Tranquila bebe, tranquila-logró balbucear el hombre.

Dedicó todo su esfuerzo a trabajar con parsimoniosa habilidad el clítoris de María hasta que estalló de nuevo en increíbles y placenteras sensaciones. Una vez se corrió, la lengua del amante seguía recorriendo el sexo de la mujer sin parar. De repente, María soltó una carcajada.

-¿Que te pasa?- preguntó atónito Jon.

- Que me hace cosquillas- rieron ambos con ganas, Jon se incorporó y se arrodillo en el cuello de la mujer, está agradecida por lo que acababa de suceder, no escatimó esfuerzo alguno para proporcionar el merecido premio a semejante falo. Aunque incómoda, por la postura, le pidió que, en esta ocasión el se tumbase boca arriba. Llevaban más de una hora y media de intenso sexo cuándo Jon la invitó:

-¿Traes un poco de agua y nos fumamos un cigarrillo?.

- ¿No quieres que acabemos primero?

-¿Acabar?- rió el hombre,- yo comienzo ahora.

Sorprendida ante semejante espécimen, María abandonó la cama para dirigirse a la nevera a por una botella de agua fresca, iba a coger vasos pero, lo pensó mejor y la llevó tal cuál. El hombre, desnudo sobre la cama deshecha, encendía los cigarrillos mientras sonreía a María, esta medio ruborizada, le agradeció el cigarrillo que le acababa de dar y se tumbó junto a él posando su cabeza sobre el pecho desnudo del hombre. Ambos estaban felices por lo vivido, se conocían hacía ya algunos meses pero nunca pensaron que entre ellos pudiese existir tal atracción sexual. Satisfechos, fumaban en silencio mientras se acariciaban el cuerpo. María se paró en el pecho de Jon, sus pezones muy desarrollados, parecían los de una mujer, se notaba que habían sido succionados hasta limites insospechados.

-umm- musitó Jon cuando María tomó uno de ellos entre sus dientes- um, sigue, mámalos, sigue bebe.

María se sentía en el séptimo cielo con ese hombre acostado a su lado, en su cama, apagó el pitillo en el cenicero y dedicó toda su atención a complacer a su pareja de sexo. Ambos disfrutaban, era evidente, María, insaciable, comenzó a recorrer el cuerpo de Jon con su lengua, salivando, con sensualidad, despacio, hasta llegar a su preciado miembro. Tomó con una mano sus testículos mientras su lengua, juguetona, hacía pequeños círculos en el glande, Jon estaba mojado, mojado de placer, mojado de expectación, agarró el largo pelo rubio de María que enroscó en su mano y con movimientos lentos pero firmes la obligó a subir y bajar por el enorme falo, hinchado en el que se apreciaba la vena, totalmente amoratada, sangrantemente sensual, María no opuso resistencia alguna, volvía a excitarse sin dilación, encantada con el proceder de su macho, intentaba grabar en su memoria cada segundo de su nueva experiencia. Jon respiraba alterado, nervioso, excitado, de un salto, la mujer se incorporó y, se sentó sobre el vientre de su compañero fundiéndose una vez más en un sólo cuerpo. Jon puso sus manos sobre los pechos de la mujer, está las apartó para que la cogiera fuertemente por las caderas, con ritmo lento y contorneándose sobre el sexo del hombre, María poco a poco iba aumentando la velocidad de sus movimientos, Jon sin poder remediarlo se movía al mismo tiempo, cabalgaban con delirio, sin darse cuenta del ruido que comenzaba a hacer la cama. Los labios del sexo de María se pegaban al pubis del hombre. De repente, de nuevo, espasmos, seguidos, un placer descomunal atravesaba el cuerpo de María, obligando a ésta a sentir de nuevo un inevitable orgasmo que, erizó de nuevo todo su ser.

 

Después de su quinto orgasmo perdió la cuenta y la noción del tiempo hasta que, de repente, sonó el despertador de su teléfono móvil. Fue sólo ahí cuando se dio buena cuenta de todo lo acontecido. La pareja se volvió a besar una y mil veces, satisfecha, agradecida a pesar de que Jon, no había alcanzado el orgasmo. La tranquilizó convenciéndola de que, le costaba mucho alcanzarlo y que eso era un simple hasta luego, que de algún modo, deberían de seguir. Se fumaron el último cigarrillo en la cama después de beber agua y el hombre se vistió para abandonar a María que ya debía ocuparse de su obligación materna.

 

En el umbral de la puerta ya, Jon le propino un suculento beso que despejaba cualquier duda que pudiese tener María, estaba segura de que repetirían tan copiosa sesión.

Xyrli Húmeda todos los derechos reservados.

 


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