Siempre comienzo a escribir lanzándome una pregunta. Y hay veces que considero más efectivo el poder lanzarme yo. En la mayoría de ocasiones, no consigo responderme y suelen asaltarme veinte cuestiones más.
Más. Más de las que tengo normalmente. Y es que esa soy yo. Un amasijo de preguntas sin contestar que suele manifestarse interrogando a los demás. Ya que, si yo no encuentro mis respuestas, quizás alguien responda por mi. Sin embargo yo, que no destaco por ser una gran filósofa, poseo una gran filosofía. En un intento de parecer algo culta la he apodado LA FILOSOFÍA DE LAS COSAS PEQUEÑAS. Y sí, lo escribo en grande porque a pesar de que son pequeñas, necesitan ser vistas. Vistas por aquellos que son capaces de ver. Y a mi me encanta ver. Ese es el origen de mis preguntas. Hay ocasiones en que las personas no terminan de comprenderme. Por qué dejo que la lluvia me moje, por qué hundo la mano en la arena, por qué huelo todo lo que voy a comer. E incluso por qué escribo de vez en cuando. ¿Por qué?
Siempre comienzo a escribir lanzándome una pregunta. Y hay veces que considero más efectivo el poder lanzarme yo. En la mayoría de ocasiones, no consigo responderme y suelen asaltarme veinte cuestiones más.
¿Y por qué no?
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