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Recluida en el pozo seco, pronto se callará. Sus lamentos e inquisiciones, se ahogarán entre las profundas piedras y se harán inaudibles al tiempo. De sus famélicos y agotados pechos, ya no manarán gotas de supervivencia y entonces, nada impedirá que los buitres de rapiña, devoren el pequeño cadáver latente de ébano que mantiene sus ojos abiertos mirando al vacío.
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