LA NIÑERA

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Mi amiga Lucía me pidió que cuidara del pequeño David por una semana, le había surgido un tema urgente y tenía que viajar a Santander para visitar a su familia. Me lo pidió a mi ya que tenía solo cinco meses y no se fiaba mucho de contratar a otra persona que no conociera al pequeñín ya que era bastante inquieto y llorón.

Salíamos los cuatros juntos diariamente y  teníamos bastante confianza así que prefirió que me quedara en su casa para tener todas las comodidades del pequeño  hasta la hora de llegar el padre de trabajar.

Pasaron varios días en los que me desenvolví bastante bien con David, al acostarlo y llegar Fran, su padre lo acostaba en su cunita y me fumaba un cigarro con él en la terraza.

El día antes de llegar Lucía, estaba acostando a David en el dormitorio de sus padres casi a oscuras para que no se desvelara, cuando unas manos tocaron mi cintura, casi me muero del infarto y del gran respingo que pegué. Era Fran, supuse que era una de sus bromas o que me iba a saludar con dos besos como cada día, pero me equivoqué.

-¡Me vas a matar de un infarto! -Le dije riéndome.

Me miraba serio y fijamente a los ojos, cosa que nunca había notado en él. Me puse seria al ver su cara preguntándome que le ocurría. Me tiró a la cama de un pequeño empujón y me agarró la mano por encima de la cabeza.

- Fran ¿qué haces?

- Lo que llevo mucho tiempo queriendo hacer, ¿tú no?

Lo pensé un momento, sinceramente no. Jamás le había sido infiel a mi novio y jamás había traicionado a una amiga. Pero me besó, suavemente, despacio... y yo me dejé hacer.

Abrió mi sudadera y subió lentamente mi chaleco dejando el sujetador y las mallas puestas. Comenzó con mis pezones, como si supiera exactamente lo que me gustaba, los tocaba, besaba, lamía e intercalaba algún bocado que me hacía volver los ojos de placer.

Metió la mano por mis mallas y llegó donde él quería y donde yo inconscientemente también. Tocó mi botoncito y tuve que reprimir el gemido para no despertar a David, que dormía plácidamente sin percatarse de la locura que su padre y su niñera estaban cometiendo.

Noté mientras me acaricia que no tenía ansias, tenía anhelo, ganas de tocarme, como si por fin hubiera  llegado el regalo esperado durante todo el año por un niño pequeño.

Se colocó encima mía y bajando mis mallas comenzó a rozar la punta de su polla por mi clítoris. Estaba tan caliente... que casi muero en el orgasmo. Comencé a correrme y él me la metió rápidamente provocando en mí un orgasmo mucho más prolongado y placentero.

Siguió durante bastante tiempo, más de lo que estaba acostumbrada.  Al acabar, lo hizo encima de mi vientre mientras me miraba a la cara. Casi me corro de nuevo viéndolo correrse para mi, sin quitar sus ojos de los míos.

Aquello jamás se repitió, y jamás se hablo del tema con nuestras parejas. Hasta un día  que fuimos a cenar todos juntos y en mitad de la cena Lucía me comentó que le había surgido un trabajo de un par de días y que si me podía quedar con su pequeño, a lo que Fran añadió rápidamente:

- Si Andrea, te lo agradeceríamos, la última vez me encantó como cuidaste de nosotros y me guiñó un ojo mientras sonreía.


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