Groucho y el Siglo XXI (7)

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Un buen plan

 Sentados en la salita, yo degusto un whisky mientras Madeleine toma un té. Té blanco, me dice, el último grito en tés. Al parecer te mantiene joven pues tiene más antioxidante que el aceite de engrasar, menos cafeína que los otros tés, y ataca al colesterol, los triglicéridos y los radicales libres. Como la policía de mi época, que también atacaba a los radicales libres, generalmente del partido comunista. En cuanto al colesterol y los triglicéridos, no recuerdo que existieran esas opciones políticas en mis tiempos, si es que eso es lo que eran. A mí eso de los triglicéridos más bien me suena a extraterrestre, como los plactonitas.

 -Madeleine, tengo algo que proponerle. Le agradezco mucho su hospitalidad, pero creo que debo buscar un trabajo y devolverle algo de lo mucho que ha hecho por mí.

-Oh, no se preocupe, Julius. No me sobra el dinero pero puedo acogerle sin problemas hasta que esté usted preparado para emprender el vuelo.

 La sola idea de marcharme de su lado me duele como una factura de mi tendero. Pero disimulo y continúo:

 -Yo trabajé de abogado con mi hermano y tuvimos mucho éxito entre la baja sociedad de Nueva York. Ningún cliente volvió para reclamar, tal vez porque todos acabaron condenados y en la cárcel. Me siento capaz de revivir esa época, puesto que no creo que ninguno de ellos sobreviva a estas alturas.

-¿Está seguro, Julius? Las cosas han cambiado mucho desde entonces.

-¡Bah, no se preocupe, querida! Soy un experto en pleitos, en cada juzgado de la ciudad había un asiento reservado con mi nombre. Aunque en vez de asiento, le llamaban "banquillo".

-¿Y cómo piensa establecerse? Necesitará un local y captar clientela.

-De momento me bastaría con una habitación aquí en su apartamento, Madeleine. Yo había pensado en el cuarto de la plancha, puedo usar la tabla de planchar como mesa. Pondré un anuncio en el periódico y haré una oferta: la primera condena les saldrá gratis, y la segunda sólo les cobraré los costes del juicio y nuestra cuenta semanal del supermercado.

-En fin, Julius, usted sabrá lo que hace. Por mi parte, le cedo el cuarto de la plancha, a condición de que después de las consultas se ocupe usted de la misma.

-¡Trato hecho, Madeleine! No se arrepentirá, planchando jamás he quemado una sola camisa. Siempre las he quemado de dos en dos.

-Está bien, redacte el anuncio y mañana lo publicaremos.

-¡Eso está hecho, querida mía! Aunque, por si las moscas, no usaré mi verdadero nombre, adoptaré mi antigua identidad.

 He aquí el anuncio:

W.T. Flywheel, abogado.

Especialista en derecho civil, penal, laboral, mercantil, católico, apostólico y romano.

Martes y jueves, especial día del ratero, descuento del diez por ciento.

351 de la Avenida 55, NY, al lado del Seven Eleven, según se sale a mano derecha.

 


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