1595
Dormido se encontraba y lo despierta el tumulto. La espalda le duele, las piernas se aflojan y el movimiento involuntario de sus manos lo termina de despertar. Escucha los gritos de pánico y las mujeres con sus hijos pasan frente al corral que es su casa. El recuerdo le golpea el rostro y apenas puede ver a través de las dos rendijas que son sus ojos. Aquellos ojos perdidos en la lucha con Carvajal y García Paredes y se corre la voz, varias voces y el miedo está en el aire: ¡Preston! ¡Draco! Aquel que entró más joven en el valle y casi muere en Lagunetas, en escaramuzas con los indios, ahora esta vencido, viejo y olvidado. Le gritan ¡Alonso, escóndete que viene el corso inglés!. Se ríe de sí mismo y mira con desprecio a la plebe que huye, él, que apresó al Tirano, nadie lo obliga, nadie lo cuida, está muy viejo para eso. Se arma con el almete, la pechera forrada y el viejo ruano , y salen ambos a combatir o a morir en el intento, recordando aquellas viejas glorias en Trujillo, en el Tocuyo y aquí en San Pedro donde fue Alcalde y Corregidor. ¡No lo toquen... lo quiero vivo!, ¡Que un valiente siempre causa respeto!, les grita el jefe de los filibusteros a su cuadrilla. Pero el anciano de luenga barba blanca bajo la celada no da respiros y ya trata de dar muerte a hombres de experiencia, a punta de lanza, estoque y embiste, la descarga de arcabuces llena de pólvora el valle del indio Baruta y revuelca en un remolino a caballo y jinete. Los bucaneros asombrados, lentos y con cautela, se acercan a los restos caídos, rescatan y limpian el cuerpo, lo acuestan sobre mantas y adargas, le brindan honores y lo despiden con salvas.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales