(.....continúa.)
-Si Turquía cae, podremos establecer rutas de suministro a través del Mediterráneo y del Mar Negro para abastecer de equipamiento y armas a los rusos. Podemos hacerlo a través de la península de Crimea, único puerto de mar que no se congela en ese país en todo el año. Además, si eliminamos a los otomanos, podremos asegurar nuestra posición en Alejandría y apuntar, con escasos recursos militarles, hasta los inacabables campos petrolíferos de Arabia.
Un notable revuelo se elevó en la sala del Gabinete. Los ministros de Su Graciosa Majestad evaluaban y comentaban las ventajas de un ataque contra Turquía. De repente, la voz sonora y grave de Lord Fisher se impuso sobre todo aquel barullo.
-Entiendo, Primer Lord del Almirantazgo, -dijo, poniendo el acento sobre el cargo de su colega, a la vez que no pudo reprimir un gesto de disgusto.- que ese ataque tan beneficioso para nuestros objetivos políticos estará sustentado en la fuerza de nuestra Marina Real. ¿O acaso me equivoco en mi aseveración?
-En efecto, mi querido amigo.-el tono sarcástico ahora procedía de Churchill, devolviendo el anterior de Fisher.- Nuestros destructores deberán encargarse de ello y forzar el Estrecho de los Dardanelos. Esto supondrá una gran convulsión en Turquía y hará tambalear a su Gobierno, provocando la salida del Imperio Otomano de la guerra.
-Querido Winston, usted es un magnífico político. Eso es incuestionable. Le admiro por su inmensa capacidad en relación con todo lo que tiene que ver con el poder. Pero yo, en cambio, soy un marino de larga experiencia. Y no entiendo demasiado de política. Lo que sí sé, es que he trabajado muy duro, codo con codo, con los hombres de nuestra marina para que este país mantenga la preponderancia en el mar. Gracias a ese trabajo, diseñamos y construimos los modernos destructores que ahora nos dan una ventaja estratégica única en los océanos y permiten evitar que esta isla pueda ser invadida por los alemanes.
-Nadie duda de su capacidad, almirante-le atajó Churchill.
-Lo sé, Winston lo sé. Lo que quiero decir es que tengo mucha experiencia en el mar y la guerra. Mucho más amplia que la suya, querido colega. Y se algo que ocurre invariablemente en cada misión y cada operación: las cosas no siempre salen como se esperan. Siempre hay retrasos y dificultades. Y además, sé otra cosa: Es imposible dominar un terreno tan amplio como Constantinopla y los estrechos atacando únicamente por el mar. En el caso de que todo salga bien, no será suficiente. Necesitaremos una invasión terrestre para la que no nos hemos preparado ni tenemos recursos, a menos que queramos desviarlos desde Francia. Usted es un político, Churchill, no un guerrero. No debería meterse en planificar campañas bélicas.
-Soy en el responsable del Ministerio de Marina, su jefe directo, por cierto. Y en el ministerio hemos dedicado importantes recursos en analizar la operación. Puede hacerse, estoy seguro de ello.
-¿Y que ocurrirá si se equivoca?- Le replicó Fisher.-¿cuál es el precio que la Marina, que nosotros los marinos, debemos pagar en vidas y buques para que este ataque tenga el éxito que usted busca y para que usted pueda arrogarse el mérito de haber dado un golpe mortal a Alemania y a sus aliados?
La irritación de Churchill había ido en aumento a cada palabra del almirante Fisher, pero la alusión directa a que el Primer Lord del Almirantazgo buscaba fama y prestigio a costa de poner en riesgo la vida de soldados y familiares, fue la gota que colmó el vaso. Caden vio como explotaba.
-¡Almirante, no le consiento esa insinuación¡.-Churchill estaba rojo de ira, pero Caden observó, sorprendido, como hizo un enorme esfuerzo de autocontrol que le llevo a limitar su respuesta.
Tras unos segundos en los que pareció recuperar el temple, Churchill siguió, ahora con un tono de voz más bajo, más sibilino.- Lord Fisher tiene razón, colegas del Gobierno: no soy militar y sí político. Y por eso conozco las profundas consecuencias que un ataque como el que propongo pueden provocar. Fisher afirma que estoy dispuesto a sacrificar vidas. Y yo le respondo, ante todos ustedes, que sí, que estoy completamente dispuesto. Y les voy a explicar por qué. No tenemos otra alternativa. Nuestra infantería está en Francia, desangrándose, desgastándose poco a poco, y mientras sus familias y sus mujeres les esperan aquí en Londers, en Edimburgo y en otras ciudades. Y muchos no regresan. En verdad, al mismo tiempo que discutimos, están muriendo lmiles de nuestros soldados en esos campos del norte de Europa. No podemos continuar soportando esa masacre. Debemos actuar y, la única forma de comprometer los menos recursos posibles y no implicar a la infantería, y al mismo tiempo ayudar a Rusia y alejar a Turquía de la guerra es forzar a los Dardanelos con la Marina.
Una fina gota de sudor resbaló por la frente de Churchill. Había sido vehemente y convincente. Muchos miembros del Gobierno parecían estar dispuestos a apoyar su propuesta. Pero el ministro de Marina no había acabado, aún tenía un recurso más para inclinar la balanza a su favor.
-En cualquier caso- anunció desafiante estoy dispuesto a retirar mi propuesta si Lord Fisher es capaz de proponer un plan alternativo que permita superar la situación de status quo que existe en Francia.
Todos se giraron ante Fisher. El rostro del mismo traslucía confusión y sorpresa por el reto insperado lanzado por Churchill. Tan desprevenido estaba que que apenas pudo contestar. Con cierta dificultad, expresó su propuesta para la campaña bélica del año 1915:
-Debemos conservar la marina y reforzar los suministros a nuestras tropas en suelo francés.-dijo sin mucho convencimiento.
Caden percibió la cara de decepción de Lord Asquith ante la falta de alternativa de Lord Fisher. El Primer Ministro estaba de acuerdo con Churchil en que había que intentar acortar la guerra lo máximo posible. Al menos había que intentarlo. El resto fue sencillo. Tras breves minutos de deliberación el Gabinete acordó, con el único voto en contra de lord Fisher, emprender la operación para forzar los Dardanelos. La suerte estaba echada.
Un tremendo estrépito acompañado por una violenta sacudida sacó bruscamente a Caden de sus recuerdos sobre aquella reunión. Se agarró como pudo a su puesto de mando y miró a su alrededor buscando una explicación razonable a aquel estruendo.
-Nos han alcanzado desde uno de los fuertes que protegen el estrecho, almirante.-le informó, con cierta inquietud su segundo de abordo.- No obstante, el blindaje ha resistido y no parece que haya daños graves. Hemos sufrido algunas bajas, señor.
Caden asintió y, recuperando sus prismáticos, observó el terreno desde el que los turcos devolvían el fuego. También comprobó como alguno de los destructores que participan en la operación y que estaban más próximos al suyo habían sufrido daños severos.
En el rostro del almirante se dibujó una mueca de disgusto. Si el ataque no conseguía sus objetivos y los turcos les repelían, sería inevitable emprender una invasión terrestre y, entonces, Fisher tendría razón: sería una matanza.
-¡Redoblen el fuego!-ordenó Caden a su segundo- Redoblen el fuego y que los dioses de la guerra nos ayuden.
(Gracias por leer este relato. Se agradecen comentarios!)
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales