Y fue un día cuando, caminando en la oscuridad de la noche, acompañada de la soledad, de una soledad perversa, de una soledad de no estar sola, decidí volverme egoísta y deshacerme de todo lo tóxico de mi vida.
Aparté a las malas personas, a las que no merecían la pena.
Borré de mi mente recuerdos que me producían dolor.
Tiré a la basura el miedo a lo nuevo, el miedo a avanzar y el miedo a quererme.
Empecé a sonreír, porque sí. Sin ningún motivo. Sólo a sonreír a la vida.
Empecé a quererme. A valorarme.
Empecé a apreciar cada pequeño momento.
Sin nadie ni nada que me impidiera a disfrutar de ello.
Y fue un día cuando, caminando en la luz del día, acompañada de mi sonrisa, de la felicidad, me dí cuenta de lo bonito que es vivir.
Y sin quererlo, aquello que los demás llaman egoísmo, yo lo llamo amor propio.
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