La multa

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Parada en el callejón esperando a que saliera María para ir de fiesta presencié algo que nunca pensé que pudiera ver en cualquier lugar de mi no pequeño pueblo.

Una morena unos 25 años se liaba un cigarrito de la risa en su coche, cuando de pronto una voz grave sonó en su ventanilla. Me volví hacía el lugar para mirar que ocurría ya que aquello estaba algo oscuro y me daba un poco de miedo. Era un policía del que solo puedo decir que era alto y corpulento, ya que no pude ver mucho entre su uniforme, la gorra y la oscuridad que envolvía aquel lugar.

-Señorita no lo esconda, ya lo he visto.

No escuchaba bien las excusas que ella intentaba poner, pero daban igual, el agente insistía en que le diera el porro y le enseñaba un papel escrito que supuse que era la multa le correspondía por fumar porros en lugares públicos.

La chica abrió la puerta del coche y se abalanzó sobre el pantalón del agente. Al principio él se negó un poco y vi como se la intentaba quitar de encima, pero no mucho más tarde, aquel señor miró a los lados para asegurarse de que nadie los veía y liberó su pene, abriendo la cremallera. No notó mi presencia.

Ella se la chupaba con ganas y los gruñidos de él se escuchaban desde mi auto.

La saco del coche y manoseó a la chica por varios minutos, saco sus pechos y los mordió mientras los amasaba con sus manos como si de masa se tratara. Pensé que no se expondrían mucho más allí en medio, pero me equivoqué. Aquel moreno se quitó la gorra y todo lo que le molestaba del uniforme, le subió la corta falda a la chica y la echó sobre el capó del coche.

Se la folló tan intensamente que el calor de mi cuerpo subió repentinamente. Por un momento deseé ser ella, el calor llegaba hasta mi coño calentándose a pasos agigantados.

-Cachéeme señor agente, por favor cachéeme que me corro. - Decía la muy puta.

Cuando me vine a dar cuenta, me encontraba con la mano metida en mis pantalones masajeándome el clítoris salvajemente y pellizcándome los pezones alternadamente.

Me corrí. Él también se corrió, sacó su pene y le echó la leche encima de la falda. Arrancó la multa de su libreta que se encontraba encima del capó y se limpió la polla con ella, para después arrugarla y tirarla al suelo e irse de allí.

María llegó a mi coche y sonriendo me pidió perdón por la espera.

-Te abras aburrido una barbaridad ¿no?

- No creas, no me he aburrido mucho...


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