Los debates habían sido largos. Muchos años habían pasado desde que se había empezado a planear la limpieza del lago Senso, el lago que se encontraba al lado de la ciudad. Desde siempre había sido el pulmón de la ciudad, pero en el último siglo se había convertido en un basurero al que iban todos los desperdicios.
Los ecologistas llevaban décadas pidiendo que se limpiara. Los debates en la sala de plenos del ayuntamiento eran numerosos pero lentos. Nadie se ponía de acuerdo de cuándo comenzar los trabajos de limpieza. No se sabía cuánto dinero se tenía planeado destinar a la limpieza. Qué empresa se llevaría la obra. Quién formaría el consejo asesor para la limpieza del lago.
A final, después de 10 años de debates se tenía todo estudiado, medido, aclarado. Todo estaba ya planificado. En una semana se retiraría la valla que protegía el entorno del lago y se procedería a los trabajos de limpieza.
La sorpresa fue mayúscula cuando al retirar las vallas descubrieron que el lago estaba limpio. La hierba volvía a ser verde. Todo había sido obra de Joaquín, que durante años había sido labrador y que cansado de ver el lago como estaba había decidido ponerse él mismo a limpiarlo, sin importar debates y tejemanejes.
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