Al fin descansaba en paz; enjuto, mellado, decrépito aunque no solo. Todos estaban allí , incluidas unas plañideras contratadas por el alcalde para que el sepelio tomara un aspecto algo más real. No obstante, en aquella habitación mal ventilada se respiraba mayor satisfacción que tristeza.
¡Es culpa del cura!- gritaba uno de los presentes- Quiere que todos en este pueblo recibamos una sepultura digna, pero olvida el mal que nos ha hecho, incluido a su hijo.
Federico sabía que todo cuanto se decía de su padre era cierto, sin embargo callaba. Tenía lo que quería.
Es hora de pagar tu deuda, Papá
De una vitrina sacó la vieja botella de Brandy que vació entera en el café. El nuevo aroma templó la ira de medio pueblo pero también hizo incorporar al difunto, quien, desgañitándose en un grito ensordecedor, maldijo al ladrón que había arrebatado su más preciado tesoro.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales