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Me clavaste tu mirada; rebelde, de niña mala.
Suavemente sujeté tus rizos y los hice a un lado, como un caballero, y al rozar tu piel compartimos nuestros miedos.
Creíste que estaría tranquilo, debido a mi experiencia, pero mi corazón también latía con fuerza. Deseaba realizar la labor perfectamente, para ti y para los cientos de morbosos que observaban impacientes.
Entonces, sin perder de vista la desnudez de tu cuello, levanté mi enorme hacha y te corté la cabeza. ¡En el nombre del Rey!
Autor: FEDERICO RIVOLTA
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