De ojos y pestañas.

Cuando te miro, tú eres otro, diferente al que el espejo te muestra.

Alguien distinto al que ve tu madre, al que ve tu jefe o al que ve alguien aleatorio por la calle.

Algunos defienden que eso tiene que ver con la relación que guardan las personas entre sí, con las experiencias vividas juntos, o la ausencia de ellas, con las jerarquías sociales y con la cultura.

Esto lo han defendido sociólogos, filósofos y respetables estudiosos, por lo que, simplemente, no puedo argumentar nada en su contra.

Sin embargo, si puedo aportar mi creencia, que no está basada en ciencia o estudio alguno, si no en lo que a mi me gusta pensar, con lo que no espero que se le de credibilidad o valor extendido.

Aún así la cuento porque, ¿qué sería de nosotros si no hubiera científicos soñadores, o estudiosos ignorantes?

Y es que creo que el secreto está en mis ojos, y en los tuyos y en los de cada persona. Que son únicos, como únicas son sus conexiones con el cerebro, como único es este también, así como sus interpretaciones.

Y es hermoso saber que sólo yo te veo de este modo, y que para mí tú eres así y no como tu crees que eres.

Muchas veces quisiera tener tus ojos para saber cómo ves el mundo, al resto, a mí.

Quisiera saber si mi pelo se ve igual con tus ojos que con los míos, si tus ojos notan lo mucho que me arreglé hoy, o si lo que sientes por mi se pone ante ellos y ves otras cosas que nadie más percibe.

Intercambiemos ojos para conocer verdades, no absolutas, si no propias.

Las verdades están en los ojos, y se escurren entre las pestañas.