Con el rostro ajado por el tiempo, las manos agrietadas de años de trabajo y el cuerpo curtido de los azotes recibidos siendo niña, hoy vuelvo a encontrarme con mi pasado. Después de tantos años sé que tendré fuerzas; la vida me hizo una mujer fuerte, generosa y sobre todo: libre.
No sé si el Ama, como nos hacían llamarla, vivirá aún. Solo quiero mirarla a los ojos sin sentir miedo y leerle la carta que llevo guardando desde hace tanto tiempo.
Me prometí a mí misma, cuando fui vendida como esclava con quince años a otra familia del Sur, que algún día volvería siendo libre, para leer esta carta y aquí estoy.
Siento un extraño escalofrío recorriendo cada poro de mi piel. Aún se escuchan, los llantos; el sonido de los azotes; el miedo que habitaba en nuestras almas y entre los árboles y muros del viejo caserón. A lo lejos, veo los barracones derruidos por el tiempo, nuestro precario e inhóspito "hogar".
Creo que no podre mis piernas se quedan paralizadas a los pies de la escalinata que lleva al porche y las manos me tiemblan. Pero he de ser fuerte, pudieron arrancarme del lado de mis padres, se llevaron mi felicidad y mi sonrisa, mis ganas de vivir. Pero ahora juro que subiré esta maldita escalera, tocaré esa horrible campañilla y entraré en esa casa por la puerta principal. Mis tiempos de puertas de servidumbre ya pasaron.
Una mujer ataviada con ropas de sirvienta abre la puerta.
- ¿Qué desea?
-soy la señora Smith y quisiera saber si está el ama... -mi voz entrecortada me juega una mala pasada- perdón, la señora.
-un momento, por favor, pase y espere aquí.
La puerta se cierra, como una losa tras de mí. La casa envejeció con ella, está estropeada y hay un silencio sepulcral.
Escasos minutos después la doncella aparece de nuevo.
-acompáñeme, por favor.
Entro en el comedor donde tantas veces le serví el té. Ha envejecido, es cierto, pero su mirada, y ese porte, sigue siendo igual de altiva. Centra sus ojos en mí, solo unos segundos hasta que ve el color de mi piel y una voz desagradable, me taladra la memoria.
-No necesito sirvientas.
-No quiero trabajo -contesto serena.
- ¡¿Entonces que hace aquí?!
-Quería verla a usted. Pero veo que nada cambia en esta vieja casa... y aún menos usted.
»Quizás no me recuerde, ha pasado tanto tiempo desde que viví aquí... Le robaré unos minutos de su vida, he venido con un propósito y después me iré.
-No tengo tiempo de tonterías -coge la campana que hay sobre la mesa.
-Dígame señora, ¿qué le ocurre?- acompañe a esta mujer a la puerta. No me iré, no sin antes haberle leído esta carta. Mi nombre es Lorain, fui su esclava siendo una niña, pero hoy soy como usted una mujer libre y escuchara lo que tengo que decirle...-Nos puede dejar a solas por favor. -espera échela, me estas escuchando ¿dónde estás? Solo le robare 10 minutos de su vida, teniendo en cuenta que usted me robo mi infancia y mi juventud no es mucho pedir.
10 de noviembre de 1853
. El ama joven me está enseñando a escribir, lo hace a escondidas de su madre, no es mala conmigo.
Algunas mañanas viene a buscarme, dice que tengo que ir a llevar una carta a la plantación de al lado y que debo esperar a una carta de respuesta para ella. Pero nadie debe saber dónde voy, nunca. Tengo que esconderme la carta y solo podré dársela a ella y cuando esté sola.
Al señor que le llevo la carta le llaman capataz y creo que al ama no le gustaría, cada vez que voy me da un libro a escondidas para que lea.
Ayer fue un día muy triste: se llevaron a mis papás y hermanos pequeños a otra plantación lejos de aquí. El ama no quiso que fuese con ellos.
Antes de que se los llevasen fui a la casa grande, para pedirle que me dejase ir con mis papás, pero me miró, con los ojos llenos de odio, y me cogió por el brazo y me sacó al jardín. Después mandó que me azotaran 20 veces.
No olvidaré la mirada de mi madre y sus gritos desesperados al dejarme allí viendo como me azotaban.
Vi cómo se iban alejando. El ama volvió la cabeza y me dijo: "Olvídate de ellos, te quedarás en esta plantación y jamás los volverás a ver."
Decidí no llorar más, ser fuerte y supe que algún día seré libre
Seré libre y podré encontrar a mi familia, para volver a esta maldita plantación, ponerme frente a ella y gritarle que, a pesar de todo lo que me arrebató, me hizo más fuerte.
Sobreviviré a años de esclavitud, solo tengo que esperar el momento.
- Esta carta la guarde siempre, cada vez que la leía, sentía pena por usted.
Paso el tiempo, pero nunca perdí la esperanza, de volver abrazar a mis padres y a mis hermanos, hace cuatro años, los encontré, Vivian tan cerquita de mí, hoy disfrutan de sus nietos y yo de su compañía, les dije que vendría, decían que no merecía la pena, que las mujeres como usted, no tienen corazón, que son malas personas, pero eso no importa, ya no es mi ama, la miro y siento pena, veo que está sola, las personas recogen lo que siembran, usted solo sembró, rencor y odio, no fue capaz nunca ni de besar a sus hijos, que podíamos esperar sus esclavos, más que castigos y azotes, mírese ¿mereció la pena tanto sufrimiento?.
- Ahora sí, toque esa campañilla, para que me acompañen hasta la puerta._ espere, no se vaya.- ya no tengo más que decirle, no se preocupe, la perdone hace mucho tiempo.
-Si señora, que desea...- ya me voy, me puede acompañar...
-espera quizás nunca te dijeron, que mi marido, siendo tu madre una jovencita, abuso de ella, y naciste tú, por eso mi odio hacia a ti, pero él me hizo prometer, que no te vendería, que vivirías en la plantación....
El dia que murió, fue una liberación para mí y te vendí, sé que tú no tenías culpa de nada, pero te veía a ti y lo veía con tu madre, ¿sabes lo que eso? -No, no lo sé, solo se, que debió castigar a su marido, no a una niña indefensa. Que Dios la perdone, aún está a tiempo de enmendar cosas de su pasado con sus hijos, el odio solo genera más odio y desesperación. Vivió una vida en soledad, rodéese de los suyos, lo años que le quedan.
Salí de aquella plantación, sin mirar atrás, sentía que nada me había pasado, quizás solo fue un mal sueño, mi marido y mis hijos me esperaban fuera, quise que conocieran mi pasado, pero no quise que cruzaran esa verja, corrieron hacia mí, nos abrazamos, mire a mi marido, llego el momento de regresar a casa, con los nuestro.
Lorain falleció el 10 de junio de 1913 y pidió a sus hijos que pusieran este epitafio en su tumba: Nunca se le puede cortar las alas a una mariposa que aprendió a volar en libertad.
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