Mi herida

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A veces pìenso que eres como una herida abierta que no se quiere cerrar.

Eres una herida. Eso lo tengo claro. El motivo que aún no encuentro, es porqué no has cicatrizado.

por un lado estás tú. Que de vez en cuando vuelves a aparecer y haces sangrar la herida con tus gracias, sonrisas y jugando con tus frases "inocentes" hablando de nuestro pasado en común.

 

Aunque sea por un breve momento, de unos minutos, horas o un día seguido, me haces volver a sonreír. A creer en tí. A creer en nosotros.

Pero tan rápido como llegas te vas. Y no vuelvo a saber nada de ti en bastante tiempo. 

Eres herida y huracán. Llegas un buen día, me destrozas y te vas.

 

Y luego estoy yo. Que no te paro de buscar. Aunque no hable contigo te busco en cualquier lugar.

Te busco en esas fotos que miro cada día. Esas en las que salíamos juntos abrazados, sonrientes, besándonos.

Te busco en esos lugares donde solíamos ir. Donde queríamos ir.

En las entradas de cine que guardo de todas las películas que fuimos a ver.

Te busco en ropa. En mi cama. En mis sueños. En "nuestras" canciones. En las que podrían haber sido. En las que me recuerdan a tí. Esas últimas que me hacen llorar. No lo puedo evitar.

Al llorar siento que puedo crear un mar. Uno que lleva tu nombre y en el que la sal que llevas al echármela a las heridas, en vez de cortar la hemorragia, no hace sino sangrar más.

 

Me siento como una suicida que no hace más que agrandar su herida. Me la hago más grande. Más profunda.

Siento que mi locura acrecenta. Estas 24 hroas en mi cabeza.

Dudas, recuerdos, situaciones imaginarias abarcan mi día a día.

Es una tortura que me cuesta evitar. Incluso estando ocupada trabajando, con los amigos, en familia, haciendo ejercicio,... te intentas colar. Y no siempre lo puedo controlar.

 

Y sé que en gran parte la culpa es mía. Porque debería cortar el asunto de raíz. No volverte a hablar. Borrar tus fotos, frecuentar otros sitios e intentar abrirme a conocer a nuevos hombres. No digo que me vaya a enamorar del primero que se me cruce. Ya sabes que no soy así. Pero, quizás venga bien como terapia de superación.

Todo el mundo me lo recomienda. Por algo será ¿no?

El problema es, que cada vez que me hablas, me das esperanza. Y mi fuerza de voluntad, cae en picado. Mi fe en tí, en que te des cuenta de lo felices que podemos ser, puede más que mi orgullo para mandarte a la mierda.

Sé que éste sentimiento no durará eternamente. Un día me cansaré de esperar. Vendrás y no me verás.

Me sentiré profundamente triste si un día te das cuenta de lo que valgo, de todo lo que podríamos haber sido porque será tarde.

 

Tampoco negaré que, el día que eso pase, una sonrisa maliciosa asomará a mis labios. Estaré satisfecha. Porque a esa profunda pena se le sumará una profunda alegría de no estar con alguien que ha necesitado tanto tiempo para valorarme.

Así pues, eres una herida. Mi herida profunda y sangrante. Aquella en la que yo meto más el dedo y hurgo. Aquella que aunque le eche sal, no sana. No cesa en su sangrar. Aún no quiere cicatrizar. Pero sé que un día sucederá.

 

Gracias por leerlo. Espero que les haya gustado. Ontanaya


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