Ansioso. Cuantas veces lo había intentado, quizá por desconfianza o porque disfrutaba de aquella tensión que le producía estar frente a ella y no decir esas palabras, pero hoy se termina, demasiadas noches han pasado para sumar otra, esta vez la mirara a los ojos, intentara articular lo mejor posible para que el mensaje sea fiel a las líneas escritas en el papelito que guarda desde la primera noche, tomará su mano y con un gesto solemne la apretará dando paso al preludio ceremonial que unirá su vida para siempre con aquella, la mujer de sus sueños. Que fácil suena, pensó, desde la comodidad del sillón, desde la lejanía de al menos seis horas, que fácil. Debía iluminar con detalles la habitación, unos lienzos rojos cayendo por las cortinas, velas por todos lados, como estrellas, como queriendo introducir la noche misma a su casa, las paredes desnudas lucían un atractivo color celeste y el piso brillante, sobre la mesa los cubiertos de plata y un par de rosas de distinto color al centro de la mesa. Todo listo, con cuidado abotonó su chaqueta y cerro las persianas, echó llave a la puerta y se tumbo sobre la mesa y apoyado sobre sus brazos se quedo profundamente dormido
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