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- Me he propuesto bailar con la más bella así que, ¿me concede este baile hermosa dama? - dijo Guido tomando su frágil mano.
- Será un placer, mi apuesto galán - respondió Dora mirándole provocativamente.
Se tomaron por las manos y comenzaron juntos un suave vaivén. Cerraron ambos los ojos y se fundieron dejándose llevar por la armoniosa melodía del silencio.
- Siempre la amé mi querida Dora. ¡Cásese conmigo! - imploró él.
- ¿Casarme otra vez? No es necesario. Ya nos hemos demostrado amor eterno estos últimos cincuenta años - susurró ella acariciándole la cara.
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