Una triste historia (2ª parte)
La enfermera había preparado la cama en la que Emilio iba a permanecer todo el
tiempo que durase su recuperación ante la mirada entusiasmada de Bárbara.
¿Quién viene?- Le preguntó curiosa-
Un chico al que le han hecho lo mismo que te harán a ti- Le respondió
amablemente- Creo que es de tu edad.
Bárbara calló, mientras la enfermera seguía preparando los goteros y lo preciso
para la instalación del chico.
¿Querrá ser mi amigo?
No lo sé cielo, espero que sí y que los dos paséis estos días lo mejor posible.
La enfermera le bajó la persiana y Bárbara se dio media vuelta, cerró los ojos y
haciendo el intento de dormir, permaneció pensativa imaginando cómo podría ser
el encuentro.
Al fin decidieron el traslado de Emilio, el cual estaba aún con las consecuencias de
la anestesia y no se daba cuenta de lo que acontecía a su alrededor.
Al llegar a la habitación Bárbara se levantó de un salto, aún no había sido operada
y pese a sus dolores abdominales apaciguados por el efectivo calmante, tenía
fuerzas para esperarle junto a la cama. Pero le fue imposible hacer nada, el
celador que lo trasladó cerró la cortina que había entre cama y cama y con voz
baja la mandó a callar para que Emilio descansara.
Un día después le tocó a Bárbara entrar en quirófano, la alta fiebre comenzó a
bajar y ya estaba preparada para ser operada. No había hablado aún con Emilio y
no tenía muchas esperanzas en hacerlo algún día. Estaba convencida de que
moriría en la mesa de operaciones.
Tras la operación y la posterior subida a planta Bárbara y Emilio al fin se
conocieron. Fue un encuentro algo accidental, pues como no era de esperar,
Emilio casi siempre estaba solo en aquella habitación y tenía que apañárselas para
hacer algunas cosas que requerían salir de la cama.
En una de esas salidas, tras despertarse de una larga siesta, Emilio tropezó con la
cama donde se hallaba postrada Bárbara y de repente se produjo el encuentro.
Desde ese momento no se separaron, iban juntos al pasillo a dar unos pasos,
esperaban juntos la hora de la merienda, e incluso compartían las visitas. Fue en
una de ellas donde les retrataron en aquella foto.
Bárbara durante esas semanas que pasó con Emilio comenzaba a olvidar su
obsesión por la muerte. Su salud había mejorado incluso antes de lo esperado y
por consiguiente su alta del hospital.
Jamás volvió a saber de ella, sólo un par de días tras su marcha, el tío abuelo de
Bárbara, sacerdote aficionado a la fotografía, fue a visitar al chico y de paso a
darle una copia de esa foto que se hicieron juntos, foto que le movió al recuerdo y
a la nostalgia de esa época de su vida.
Emilio tuvo sus recaídas y por ese motivo le enviaron al psicólogo dentro del
mismo hospital. Pudo olvidar a Bárbara, hasta este momento en su habitación.
-¿Qué será de Bárbara?- se preguntaba una y otra vez
Pero todas esas preguntas eran inútiles de responder porque no se dieron
direcciones, ni teléfonos ni nada que le permitiera salir a su encuentro.
Sólo se le ocurrió volver al hospital donde fueron intervenidos y dar con alguien
que le permitiera echar un vistazo a los historiales archivados de años atrás.
Era un gran paso para Emilio, ya tenía algo en lo que pensar, algo en el que
depositar todas sus ilusiones. Su cometido era dar con el paradero de Bárbara y
de inmediato se puso manos a la obra.
Esperó a la mañana siguiente para iniciar su incursión al hospital y ejercer de
investigador. Amaneció soleado, incluso con algo de calor, así que Emilio
prescindió del paraguas y del chubasquero a cambio de un lápiz y una libreta en la
que anotar la información recibida.
Dirigiéndose a la parada del autobús esperó pacientemente, no obstante en el
último momento vaciló en subir o no, y decidió no hacerlo e ir paseando pensando
en qué decir en el caso de dar con su paradero.
El camino al hospital apenas se le hizo largo, no estaba demasiado lejos, pero
tampoco demasiado cerca. Una vez allí se aproximó a la ventanilla de información.
Cara al público estaba una chica de mediana edad ataviada con una gran moño y
con las cejas pintadas de negro azabache, al igual que su melena. Emilio se
sorprendió al verla, pues no estaba muy acostumbrado a ver mujeres tan
maquilladas y emperifolladas atendiendo a pacientes en un hospital.
La puerta de personal estaba cerrada por lo que no le quedó más remedio que
esperar un poco. Pero ese poco se le hacía eterno con lo que decidió tocar con los
nudillos. Primero un par de golpes tímidos que le fueron en vano. Inmediatamente
acercó su oreja a la puerta y notó ruido, así que sin pensarlo dos veces decidió
abrir la puerta.
Un joven tras una gran mesa de metal escribía incesantemente en un teclado de
ordenador mientras otro un poco más veterano que colocaba carpetas en altos
armarios siguiendo un orden alfabético. -Es aquí sin duda.
-¿Podrían ayudarme a rescatar una información? Preguntó sin saber a quién
dirigirse.
-¿De qué se trata? Contestó el joven -Necesito saber el paradero de una persona
que ingresó aquí hará como unos veinte años.
-Podremos ayudarle, pero no le aseguramos que estén aquí los historiales de esa
fecha. Hace poco se hizo un traslado a otro hospital y algunos historiales fueron
eliminados.
-¿Eliminados? ¿cómo es posible que se eliminen? Por lo menos estarán
informatizados, ¿o no?
-Se eliminan los de aquellos pacientes que hayan fallecido, en su lugar se archivan
las partidas de defunción. A ver, dígame cómo se llama la persona a la que busca.
-Pues sé que se llama Bárbara.
-Necesito su apellido, algo que se diferencie, puede haber en 20 años como
doscientas Bárbaras. Al menos dígame cual fue el motivo del ingreso.
Hizo todo lo que estaba en su mano, pero no dieron con su historial médico.
Bárbara falleció cinco años después de haber pasado los días más maravillosos de
su vida. Se había suicidado.
... Este es mi destino... cruel destino
Pero seguiré viviendo.
Emilio se dirigió de nuevo a su habitación, se recostó en su cama y cayó dormido.
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