Conquista nocturna (3)

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    Suenan las llaves y el mecanismo de la cerradura. Una puerta especialmente voluminosa se cierra tras ellos. No es un ruido anormal pero sumergido en el silencio nocturno se convierte en todo un estruendo. “tip tip tip tiptiptip” son los tonos variados de las teclas que, tras transmitir la contraseña desactivan la alarma. Alan y Sara susurran y no dejan de reír. Se silencian el uno al otro constantemente: “Ssssshhh / Sshhh” Finalmente ella encuentra el interruptor. Unas luces cálidas parpadean un instante antes de estabilizarse para iluminar un gran espacio muy elegante y serio: parquet, butacas de piel y tras el mostrador de recepción: mesas, archivos, ordenadores, cuadros de arte moderno, alguna que otra estatua... No hay despachos, es curioso, todo se resume en una extensa sala común con diferentes zonas. Hasta cierto punto, resulta sorprendente que ni tan solo haya columnas con tanta extensión de techo. Algunas plantas junto con una inmensa pecera afirman que el trabajo severo no está reñido con la naturaleza. Los ventanales son inmensos, pero desde el centro de la sala solo parecen imágenes del negro infinito de la noche.


-¿Así que aquí es donde trabajas?-  Dice Alan boquiabierto y en voz baja.
-Si, ¿a que es una pasada? Estoy en recepción de prácticas para terminar la FP- Susurrando.
-!¿Y por qué hablamos en voz baja si no hay nadie en el edificio?!-  Dice de pronto a todo volumen.
-SSShhhhh/Shhhhhhh-  Y rompen a reír abiertamente.


    Se acercan al cristal apoyados el uno al otro con paso titubeante. No hay duda que su estado no es muy sobrio. Son cerca de las 2 y han pasado mucho rato bebiendo apalancados en una plaza cerca del edificio. Los lateros inmigrantes son impulsores del alcoholismo a bajo precio y la pareja no se ha resistido a sus ofertas. Los dos solos se han estado contando cosas, cada vez más absurdas y remotas. Será por el alcohol pero Alan se siente mucho más desinhibido y tranquilo y a Sara parece ocurrirle algo parecido. Realmente ella no muestra una inteligencia deslumbrante y en parte eso le da más seguridad a él, pero cada vez que la mira la ve más guapa y apenas puede creer lo buena que está. Ella le enseña las vistas desde 30 pisos de altura. La ciudad se somete a sus pies. Millones de lucecitas parecen querer competir con las estrellas definiendo el vasto relieve de la civilización.


-¿Y cuántos abogados trabajan aquí?-  Pregunta Alan más que nada para interaccionar fluidamente.
-Muchos, y muy caros, no te imaginas la pasta que se mueve en esta planta-  Explica intentando dar gran dimensión a sus palabras, aunque rebañadas en alcohol, estas resultan más bien graciosas.
-Vaya, si, ya sabía que era un edificio emblemático de la ciudad, pero no había caído en la cuenta de lo que se podía estar cociendo dentro-  Comenta el repasando la estancia con la mirada.
-Los casos más importantes se manejan en este edificio. No de particulares, si no de grandes disputas entre multinacionales. Algunos de los juicios que se tratan aquí traen perjuicios o beneficios de miles de millones a las empresas-

 

    Sara le habla en voz baja, como si estuviera contando una historia de terror, mirándole fijamente a los ojos, Alan, superada la intimidación inicial de tal actitud, se siente cómodo aguantándole la mirada como si se tratara de un ancla que le mantiene unido a ella mientras la escucha.


-¿Y tú qué haces trabajando en un sitio como este? ¿te han cogido porque estás muy buena?-  Sin bromear.
-¡Que dices idiota! ¡Este es un sitio muy serio!-  Indignada.
-Sara, este lugar parece requerir una seguridad excepcional, no accesible a borrachos como nosotros que deambulan de madrugada-  Replica Alan desarmando la indignación de la chica.


    Ella sonríe y sintiéndose descubierta afirma tímidamente:


-Es que mi padre es un socio fundador y principal del bufete, me llamo Sara Belmonte, te suena?-
-Ah, de “Cabrero y Belmonte abogados” ahora caigo-  Dice con los ojos hacia arriba.


    Sara perdió a su madre en un accidente de tráfico cuando su padre iba al volante. Él tenía responsabilidades penales pero teniendo tal ejercito de abogados a su servicio no tuvo que responder ante la justicia más que con unos pocos miles de € de indemnización a los familiares de los ocupantes del otro vehículo que murieron en el acto: claro, ellos iban en una carroza y él en un Mercedes de gama alta. Si bien no tuvo que despeinarse en el juicio, Octavio si tuvo un gran sentimiento de culpa; sobre todo por lo referente a la defunción de su mujer y madre de Sara. Desde ese día, no deja de intentar ayudar a su hija en lo que puede, si bien no con atención y tiempo del que no dispone, si pagándole todas las necesidades y asegurándose de que obtiene un buen puesto de trabajo muy por encima de su calificación.


-Mi padre me dijo “hija: confío en que no me decepcionarás en esta nueva oportunidad que te asigno…” siempre con su tono paternalista y de supersupersuperioridad… Si supiera que estoy aquí contigo me mata, te juro que me mata. ¿Te he contado que de niña le tenía miedo? Me pegaba, pero en cuando murió mi madre no me volvió a tocar jamás, ni para darme una pizca de cariño, soy como una extraña para él pero necesita hacer cosas por mí para tranquilizar su conciencia. Creo que ve a mi madre cada vez que me mira, nos parecíamos-  Habla con un tono muy calmado.
-¿Por eso me has traído aquí? ¿Porque él está en tu casa ahora? ¿y te mataría si me llevaras ahí?-
-No te podía llevar ahí a esas horas-  Se produce un silencio largo pero no incómodo.
-Y si fueran las 5 de la tarde y estuviéramos solos en tu casa… ¿Qué haríamos?-  Sin dejar de mirarla.


    Ella encoge los hombros y sonríe mirando el suelo como avergonzada. Alan nota su alma iluminada por una imagen tan cercana y sugerente. Se han sentado en un sofá tan cómodo que parece pecaminoso. Debe estar pensado para retener a los clientes indecisos. Es marrón, ancho y muy blando. Sara lleva botas de piel con tacones, tejanos oscuros y ajustados, y una especie de blusa con brillanteces y barias capas desiguales de fina tela que se ciñen a su cuerpo marcando una figura de formas generosas. Se ha alisado el pelo y solo lleva un poco de sombra de ojos que resalta el azul de su mirada y brillo de labios que los hace extremadamente apetitosos. Las emociones de él están flotando en alcohol pero su pensamiento se desarrolla con cierta fluidez. Todo le da vueltas pero no se siente mareado. Todo coge una dimensión mística. El espacio atípico donde se encuentran, la iluminación cuidada y omnipresente sin ningún foco localizable, la noche que a tanta altura parece tan inmensa y silenciosa, la suave voz de Sara contándole las intimidades de su vida… un poco atontado sí que está por unos momentos. No deja de mirarla y piensa “que buena estas, quiero follarte, pero que buena estás...” Intenta retomar la atención de lo que ella le explica pero no le resulta fácil.


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