Conquista nocturna (4)
Por ereqtus
Enviado el 02/03/2016, clasificado en Adultos / eróticos
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- y entonces me dijo: eso lo has decidido tú aunque no lo sepas ¿te lo puedes creer? Me dio una rabia, o sea, que me daba la culpa a mí de lo que él había hecho diciéndome que yo lo había decidido sin saberlo, pero claro, el sí que lo sabía porque es muy listo. Parecía que le tuviera que pedir perdón yo a el por haberse acostado con un montón de zorras a mis espaldas y yo estaba rabiosa y le dije que se fuera al cuerno y entonces...-
Alan consigue mantener la atención el tiempo justo para entender que habla de un ex-novio suyo, pero un deseo atronador le ensordece y le empuja a silenciar esa húmeda boca con un apasionado beso. Ella parece asustada por la inesperada iniciativa pero tras un pequeño espasmo inicial no opone resistencia y deja que su nueva amistad nocturna saboree sus labios con brillo sabor a fresa. El los muerde y tras unos instantes, responde a la intrusión vocal de Sara propiciando un duelo de lenguas. Mientras tanto ella ya está encima de él y le agarra la cabeza como si de un alimento se tratara sin dejar de comerle la boca. Su calentura empieza a desbocarse cuando nota las manos de Alan trepando por su cintura hacia sus pechos a un ritmo prudente pero decidido. Para sorpresa de él, tras infiltrar sus dedos en la extraña tela multicapa no encuentran la frontera física de un vulgar sujetador si no que acarician unas tetas libres y suaves. Por un momento, ella se despega de su boca para desprenderse fácilmente de tal maravilla textil. El torso de Sara queda desnudo y recuperando el aliento mete las manos bajo la camiseta de Alan para igualar la situación. Ella acaricia sus potentes pectorales y él se deja tocar con la mirada de bobo fijada en sus glándulas mamarias. Nunca en su vida se habría atrevido a soñar semejante par de tetas en sus manos y se siente el ser más afortunado del mundo; tanto es así que no puede evitar pronunciar unas palabras de dudosa pertinencia:
-Seguro que aquí todos quisieran follarte, todos los abogados y auxiliares que hay- entre suspiros.
-
¡pues claro! ¿tú no has visto lo buena que estoy? Aquí y en todas partes. Cuando voy por la calle sé que me podría follar a quien quisiera, pero no lo hago-
Alan está un poco intimidado por estas palabras pero no duda de su certeza. Ella puede tener a quien quiera y él es un negado, pero aquí están. Entre besos y magreos prosigue la conversación:
-Y cómo te sientes trabajando en un sitio sabiendo que todos quisieran follar contigo- Insiste.
-Jaja, no lo pienso casi nunca, además, no me pongo tan guapa para venir a recepción. Voy mucho más recatada, sino el bufete empezaría a perder casos y todo se iría al garete. Jaja, vaya rima-
-Estas tan buena que no lo puedo creer-
Mientras siguen sumergidos en un mar de besos, Alan empieza a ser víctima de ciertos temores. Esta ocasión puede que no se repita. Tiene la oportunidad de echar el polvo de su vida y no quiere meter la pata, (más bien quiere meter otra cosa), pero la sobredosis de alcohol y la larga era de sequía sexual de la que proviene podrían jugarle una mala pasada, aunque lo que más le atemoriza es el factor que puede ser más desequilibrante: Sara está tan buena, tan buena, tan
que puede hacer que se corra incluso antes de penetrarla. Sería tan decepcionante
Decide dejar de lado a esos pensamientos y disfrutar de lo que está ocurriendo. Al fin y al cabo, tiene comprobado que lo que mejor le va a su miniyó es que no le preste atención. La presión le puede pero si lo ignora puede que el pequeño pueda cumplir con su función. Es un buen pollón lo que ahora mismo lucha por participar en la fiesta prisionero de unos pantalones que a duras penas superan la categoría de bermudas. Puede que Sara se haya dado cuenta del entusiasmo de ese inquieto invitado. Sea como sea: toma la iniciativa de liberarlo y prestarle la atención que reclama. Lo agarra con fuerza. Alan no se siente muy potente. Sabe que no está tan duro como debería y aun así, nota cercano el orgasmo. Ella le sacude la polla con fuerza y convicción. ¿Cómo negarse de buen principio a algo así? Sara se muerde el labio mientras gime contenidamente. Él se siente muy avergonzado frente al inevitable desenlace y intenta oponerse:
-No, no, Sara, que me corro- Sin gritar pero con toda su urgencia.
No consigue detenerla y preso de un poderoso orgasmo, con cara de susto y las manos agarrando con fuerza el sofá, observa como la chica afronta la crisis amorrándose ágilmente al incontinente miembro. Se lo mete todo dentro hasta el fondo mientras Alan se corre gimiendo holgadamente. Por un momento, todas sus emociones, positivas y negativas, se desprenden de su mente disueltas en una viscosa solución que se vierte enérgicamente y a borbotones dentro de la boca de la chica. No deja perder una gota e ingiere todo el flujo. El momento se dilata en el tiempo de tal modo que su poya disfuncional pierde todo su vigor antes de acabar de eyacular. Es tan caudalosa la corrida que, notando el pene ya flácido, siente como si estuviera meándose en la boca de la chica. Aun así, la sensación de desahogo es tremenda y víctima de su propio estado de embriaguez, Alan cae dormido por unos momentos.
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