Ahora me encuentro en una burbuja echa de puro placer, y a la ves por odio, a veces me gusta, pero cuando llevo mucho tiempo me asfixio e intento salir a tomar aire puro, y lo hago.
Cuando la alegría y el gozo están en mí, me gusta y me divierto, pero cuando empieza a gotear descontroladamente el odio hace que mi alegría se disipe de manera monstruosa.
A veces me masturbo pensando en alguna chica, para a ver si recobro la algarabía, recordando su silueta, sus cabellos, lo suave que puede ser su piel, o probar el olor que lleva puesto ese día. Y después de tan veraz placer me siento un perdedor, he perdido las fuerzas, debe ser el esfuerzo que hice, y mi imaginación que ya no pudo más. En realidad no lo sé.
O muchas veces también, salgo a fumarme un tronchito de marihuana, andando como perdido en la calle o en cualquier parquecito que encuentre, todo para disipar mi amargura.
En realidad, no sé cómo se formó aquel odio, ni a donde me llevara, solo ruego a los grandes santos, que no me hagan cometer ninguna tragedia, que luego me arrepentiré.
No quiero contarle a nadie sobre mi desdichado padecimiento, solo ella lo sabe. Quizás me dirían que soy un rencoroso o un orgulloso, me llega un carajo ya esas cosas, ni tampoco quiero ir a un dilato psicólogo ellos solo te amilanan.
Nathy me ha dicho que conoce a un gran guía espiritual, que se encarga de sanar males, y que podría abrir un camino a la felicidad, pero yo le he dicho beligerantemente que no creo en Huebaditas, que mejor pensara en otras cosas.
Me ha dicho que le haga el amor, enfurecida mente, salvajemente, que me desquite en el acto de todos mis amarguras, pero yo me he resistido, siento hacerle daño o humillarla, ella es dócil conmigo, y no quiero que se valla de mi lado, y por eso le he dicho que mejor no.
También, me propuso estar en clases de boxeo, halla en un local conocido de la ciudad, en donde se encuentran personas de diferentes calañas. Pero también me resistí, no quiero volverme un agresivo le he dicho, y ella lo entendió.
Cuando cae ya la noche, y todo bullicio se va, y quedo solo en mi habitación, tiendo a llorar, como a un niño a quien no lo dejan divertirse, a quien nunca lo abrasaron y le dijeron que lo amaban, y que nunca le contaran un cuanto antes de dormir, y lloro a mares, me jalo los cabellos, tiro el celular hacia la pared, para que Nathy no llame, y no tener que hablarle en mi luctuosa pesadilla.
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