Cuan ingrávida es la vida
en este azorado mundo,
fluye rauda, oscilante,
marcando profundos surcos
donde el odio, la ira,
extiende sus largos brazos,
donde la envidia, el rencor,
van marcando su camino
germinando a su sombra
dejando un vano reguero,
e insólita se comporta
cuando pace por su sendero,
busca vereda estrecha
por los confines del tiempo
temiendo un terminal
de dolor, penas y llantos.
Cuan indolente se siente
ante cualquier quebranto,
es una malvada arpía
ante el dolor ajeno,
es nuestra efímera vida
que muestra su aliento
con un don tan personal
que mata el sentimiento.
Dos lados a flor de piel
tiene todo ser humano,
no son lechos ni veredas,
son sentimientos ocultos
que anidan en nuestra alma.
Todo está muy profundo,
en la negra oscuridad
de un inmenso vacío
donde todo entendimiento
es luz inmensa del faro
que alegre nos ilumina
dejando allá, a lo lejos,
la verdad o la mentira,
la paciencia o el enojo,
el arrebato o la envidia.
Todo permanece oculto
y velado en nuestro ser,
está alerta, silencioso,
esperando ocasión
de salir voluntarioso.
Me da miedo lo latente,
todo aquello oculto
que en la vida aflora,
y rompería mi espejo,
y rasgaría su lisa cara
para no ver mí reflejo
falto de sutil mesura,
porque me da negro miedo
ver fluir mi lado oscuro.
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