Encuentros Epistolares.

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Luego de un incidente menor decidí comunicarme mediante mail con mi compañero de francés. Era un tipo de unos tempranos 30, canas, flaco y alto, siempre vestía traje, ocupación: relaciones internacionales. Yo casi 22 años, altura promedio, contextura fina, ocupación: estudiante. Durante más de un mes nos enviamos largos mails con un vocabulario digno del siglo XX, debo admitir que leer sus líneas provocaba que mis entrañas se retorcieran de placer.
Él no era en absoluto atractivo, pero de sólo pensar en su escritura, y en la posibilidad de sentirlo dentro mío encendía cada uno de mis sentidos.
Finalmente concretamos una fecha para salir, no esperaba nada de él, y asumo que él no esperaba nada de mi. Sólo éramos dos compañeros de idioma recorriendo la ciudad.
Luego de caminar largo rato decidimos ir al Cementerio. Llegamos a un lugar en donde no había nadie más que nosotros, me tomó de la mano y lentamente se acercó a mi rostro
-Puedo darte un beso?- preguntó
Lo miré fijamente a los ojos y respondí apoyando suavemente mis labios sobre los suyos. Lentamente pude sentir su lengua entrelazada con la mía, su respiración se aceleraba de a poco y sus manos me presionaban contra su cuerpo. De pronto sentí como su pene comenzaba a hacerse cada vez más erecto, y más pegado a mi vientre, estábamos excitados. Yo no me resistía, había fantaseado con aquel beso numerosas veces durante los últimos meses. Cuando nuestras últimas reservas de oxígeno se habían agotado y nuestras bocas se separaron me volvió a mirar de forma dulce y ardiente.
-Quieres que sigamos?- inquirió.
-Dónde?- respondí, sabiendo a que se refería.
-En mi departamento.-
Luego de 20 minutos de viaje llegamos a su departamento. Sin poder demorar un minuto más, al cabo de cerrada la puerta me empujó suavemente contra la pared, su lengua estaba dentro de mi boca de nuevo, mis manos rodeaban su cuello y una de ellas bajaba lentamente para meterse por debajo de su camisa. Con suma delicadeza me quito la musculosa dejándome en un corpiño rosa.
-Exquisito color- agregó.
Los besos continuaban mientras comenzaba por desabotonar mi pantalón. Lo ayude a quitármelo. Me subió a horcajadas y me llevo hasta la cama. Allí comenzó por besarme el lóbulo de la oreja derecha, mientras que una mano masajeaba mi pecho ya al descubierto y la otra mano descendía lentamente por mi vientre hasta llegar a mi entrepierna.
Ya estaba totalmente mojada, necesitaba sentirlo dentro mío de alguna forma, incline mi cuerpo hacia adelante de forma que sus dedos pudieran entrar en mi. Sus labios recorrían mi cuerpo aún, seguía bajando hasta llegar a mi clítoris, una vez allí comenzó a besarlo lentamente, mirándome como disfrutaba. Podía sentir cada una de mis terminaciones nerviosas alli abajo, seguía lamiendo hasta que logre acabar.
-Excelente, ahora sigue lo mejor- dijo.
Sacó de la mesita de luz un preservativo, sin darle tiempo lo tome, me incorporé e hice que él se sentara al borde de la cama. Abrí el envoltorio, y procedí a ponerle el preservativo con la boca, podía ver como cerraba los ojos mientras mi boca hacia su trabajo en su pene perfectamente erecto, antes de que acabara me detuve.
Lo mire con deseo, como nunca antes.

Suavemente lo recline sobre la cama, me subí a él y comencé a frotar su pene sobre mi vagina. Ya no soportamos más el dolor. Bruscamente me dio vuelta y me tumbó boca arriba, quedando él de nuevo en la posición inicial. Nuestras bocas volvieron a encontrarse, levantó mis manos por sobre mi cabeza y sin previo aviso me penetró. Sentí todo su miembro dentro de mí, por fin sucedía. Comencé a besarlo con más intensidad mientras él seguía penetrándome, con un ritmo tan elegante y placentero.
-Más fuerte- le pedí entre beso y beso. Una de sus manos soltó mi muñeca para descender hacia mi pecho y amasijarlo. El ritmo se volvió cada vez más intenso, podía sentir sus bolas chocando contra mi, sentía un poco de dolor pero no me importaba, deseaba tenerlo enteramente dentro de mí, y al parecer él también quería estarlo. Finamente un calor recorrió todo mi cuerpo nuevamente sentía como ya llegaba al momento, la explosión, ese dulce momento estaba cada vez más cerca. Las embestidas se volvían más y más intensas. Cerré los ojos, mi cuerpo volvió a tornarse hacia arriba, abrí los ojos por un segundo para poder contemplar aquel rostro que había deseado durante meses, y vi su expresión de placer al acabar dentro de mí al mismo tiempo que yo lo hacia. Me beso tiernamente, y pude sentir su peso sobre mi. No me importó, estaba liberada. Nos quedamos durante unos segundos en aquella posición. No quería hablar, no quería arruinar el momento. Simplemente lo contemplaba en silencio, esperando que él dijera algo o que simplemente la guerra continuara.


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