Eran las siete y media. Esperaba el autobús para ir al instituto en la rotonda que me pillaba al lado de casa, no caía muy lejos aunque se encontraba a las afueras. El camino no era realmente malo, pero está la vida para que una niña de 12 años vaya sola por la carretera.
Así que ahí estaba, esperando. Con mis pantalones acampanados azul cielo, mi jersey blanco con letras rosas y calzando unas Buffalo que mi padre odiaba.
Y sí, ahí estaba cuando sonó una de las palabras que más me herían, ¡fea! Si hijo, soy fea. Yo no elegí tener cuatro ojos, ni tener acné, ni sobrepeso y mucho menos el pecho deforme, pero tú eres gilipollas y seguro que no te lo están recordando todo el día.
Gorda, tetona, fea, hortera.
Adjetivos calificativos carentes de esencia.
El problema es que te los llegas a creer. Después aparecen las consecuencias.
¿Qué al final nos guiamos por los estereotipos de la sociedad?
Somos nosotros mismos los que nos empujamos a hacerlo. Nuestro afán por ser aceptados, por ser queridos, por gustar a los demás. Y por último, para gustarnos a nosotros mismos.
Somos crueles. Y empáticos. Nos reímos de los problemas ajenos sin ni tan siquiera proponernos conocer las causas, es mejor juzgar, acabamos antes.
¿Gorda? Seguro que eres una zampa bollos.
¿Acnéica? No te cuidas.
¡Mira que tetas calza la tía! Van al compás del peso.
Vaca.
Foca.
Jirafa (si eres alta)
¡JAJA!
Ese "jaja" tan doloroso que por mucho tiempo que pase y por muy superado que creas que tienes los complejos, se te queda marcado para siempre en un pequeño lugar de tu alma.
Así que tu etapa de instituto no tiene mucho que ver con lo que sale en las películas, sí, estás en un grupo de chicas populares, y guapas, con la diferencia que tú eres el caco de la manada.
Después la culpa los trastornos de alimentación, los cambios radicales y nuestra obsesión en busca del cuerpo perfecto se la echamos a la sociedad, olvidándonos que la sociedad somos TODOS.
Quierete.
Amate.
Cambia porque TÚ quieras cambiar.
Vístete o ves en bragas.
Hazte las ingles brasileñas o déjate el matojo.
Sé un hombre lobo.
O rasurate al estilo Ken.
Pero sobretodo:
Cuídate.
Mimate.
Y aprende a pasar de todo.
Yo lo hice.
Me puede haber ido mejor, o peor, hoy no hablaremos de eso.
Yo cambié.
Cambie de imagen.
Me operé el pecho.
Me trate el acné.
Y por último, cambió mi interior.
Me empecé a querer.
Enseñándome a ser más fuerte.
Fortaleciendo mi seguridad.
A ignorar comentarios inapropiados.
Y aprendí, que todos los ataques son un símbolo de debilidad, de ignorancia.
Ignorancia que forma parte de nosotros y que sólo las personas inmaduras la tienen aún en su interior.
Tú eres tú. No hay más.
Así que sácale la lengua a los que con ella intenten dañarte, la tuya puede ir más afilada.
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