Mi hermana y yo nos miramos a los ojos con cierta descofianza y temor, al escuchar cómo, la puerta principal se abría lentamente mientras nosotros cenábamos. Desconfianza porque vivíamos en la afueras de la ciudad y no esperábamos a ningún invitado. Temor, por el rechinido tan aparatoso que hizo, semejante a una vieja que reía. Papá se levantó de inmediato a cerrarla.
- Es el viento - Nos confirmó - No estaba bien cerrada.
Luego de cenar nos enviaron a la cama. Ya no éramos unos niños. Mi hermano cumpliría 19 el mes entrante y yo tenía 21. Sin embargo, los vellos de la piel se me erizaron al igual que a él. Por la noche tuve una pesadilla que me hizo sudar mucho y por más que me esforzaba no podía despertar. En mi sueño, mi hermano tocaba la puerta de mi recámara. Me llamaba en voz baja. Me pedía entrar. Yo no podía contestarle porque estaba dormida.
- María - Me decía con asustada voz - Soy yo, Daniel. Déjame entrar
Sólo emití un gruñido inaudible tratando de contestarle, que ni yo misma entendí. No sé qué habrá pensado mi hermano, que abrió la puerta bruscamente. Me encontró boca arriba con mis manos sobre el cuello tratando de asfixiarme. Quitó las manos de mi cuello y al poder respirar, abrí los ojos. Pero al mirar su rostro, no lo reconocí. Era como un extraño que quería extrangularme.
- María, soy yo - Me hablaba tratando de convencerme - ¿Tuviste una pesadilla? Tenías las manos al cuello tratando de asfixiarte.
Me hablaba y no entendía muy bien lo que decía. Sus palabras me sonaban extrañas. Como si hablara entre una mezcla de ruso, alemán y chino en cámara lenta. ¡Qué se yo! Además su voz era espeluznante, cavernosa. Lo observaba con precaución, buscando el momento apropiado para escapar. La puerta de la entrada principal rechinó al abrir y él se distrajo al voltear hacia la puerta de mi recámara. Así que pude deslizarme a la ventana de mi cuarto y escapar de un salto por ahí.
Una vez afuera, pude ver que era de noche y que el viento empezaba a arreciar. Observé que las luces del comedor estaban encendidas. Me asomé a la ventana y alcancé a ver a mis padres y a mi hermano cenando. Había alguien más de espaldas que no supe definir quién era. Una joven. Qué extraño. Hacía tiempo que no teníamos visitas.
Me dirigí a la puerta principal que da a la sala y para mi fortuna estaba sin llave. Abrí pero al hacerlo, rechinó escandalosamente. Así que opté por abrirla despacio. Escuché que alguien se aproximaba y me escondí a un costado del refrigerador. Tardé un rato ahí, todavía asustada. Cuando por fin decidí pasar al comedor, ya se habían ido. Entonces decidí subir a mi recámara.
Al entrar, vi a una extraña durmiendo en mi cama. ¿Quién podría ser? Me acerqué para reconocerla y al estar al pie de ella, abrió los ojos. Se levantó y avalanzó sobre mí. Caímos sobre la cama y forcejeamos. Era demasiado fuerte. De pronto puso sus manos sobre mi cuello y empezó a estrangularme. Lo hubiera hecho. De no haber sido por la oportuna llegada de mi hermano Daniel que tocó a la puerta en ese preciso instante
-María - Me decía con asustada voz - Soy yo, Daniel. Déjame entrar.
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