Denunciar relato
Allí podía soñar despierto sin ser molestado porque los que visitaban aquel lugar tenían sus mismos sueños.
Un profundo silencio se hacía en la sala, custodiado por las almas de los libros. Sí, cada libro tenía alma, un mundo interior que había que descubrir y que cuando lo hacías ya nada era igual.
Eso es lo que hacía él todos los días: descubrir esos mundos y alimentarse de ellos. No había nada mejor que su profesión, la de bibliotecario.
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