Abrí los ojos y miré el despertador a un lado de mi cama, marcaba la 2:42 a.m., cuatro horas había tenido de sueño cuando todo se vió interrumpido por aquellas imágenes que volvían a atormentarme, que se habían ido clavando en mi mente como cuchillas y esparciendo por mi alma como veneno. Contaba 7 noches seguidas en que ya no podía sacarme ese sueño de la cabeza y más de 1 mes que no tenía tranquilidad en mis pensamientos, viviendo en un estado de estupor infinito, sin encontrar una salida.
Mi vida se había convertido en un martirio, en una farsa y una interpretación mal lograda de una realidad alternativa, viviendo a base mentiras, para de algún modo evitar un camino que se veía cada vez más inevitable de cruzar.
Tal vez me negara a aceptarlo, tal vez fuera un cobarde al no querer tomar la única salida que pondría fin a mi desesperación. Que podría liberar mi mente y mi alma de este tormento.
Pero aquella noche, una ola de osadía invadió mi mente y mi alma, y sin más que pensar, decidí ponerle fin a todo este calvario que se había convertido mi vida.
Me senté en la orilla de mi cama, y antes de comenzar a dudar, estire mi mano abriendo el cajón de la cómoda. Ahí estaba, el objeto negro y brillante que buscaba. Lo tomé entre mis manos, y de repente se me antojó más pesado de lo normal, comprobé que estaba funcionando y finalmente lo acerqué a mi cabeza, justo a la altura de mi oído.
Pasaron pocos segundos, pero yo sentí que el tiempo se había detenido, todo lo que podía escuchar era el latido de mi corazón cada vez más rápido y el murmullo de mi respiración. Justo cuando comenzaba a dudar pude escuchar una voz retumbando en mi cabeza, una dulce voz que reconocí inmediatamente como la culpable de mis desvelos, ahí estaba ella, al otro lado de mi teléfono que seguía apretando con fuerza sobre mi oído.
Me sentí aliviado cuando las palabras salieron galopando de mi boca. De repente, todo lo que había estado guardando y ocultando, todo lo que sentía y quería decir, salió sin más, todo junto y de golpe, resumido en sólo dos palabras que mis labios pronunciaron tan quedamente que no sé si escuchó. Te amo, dije, y colgué el teléfono.
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