Era preciso no dejar huellas por ninguna parte de la oficina. Así que usó los gunates que llevaba en el bolsillo trasero del pantalón. Se los colocó para forzar la perilla de la puerta del despacho. Una especie de taladro removedor de tornillos rotos, de los que venden por televisión, fue lo que le sirvió. Entró y se dirigió a la caja fuerte. Sabía exactamente donde estaba. Era de las antiguas. Así que se colocó el estetocopio en los oídos y la campana la pegó a la caja fuerte. Siete a la izquierda. Doce a la derecha. Nueve a la izquierda. Listo. Movió la manija. Y ahí se encontraba lo que buscaba. Llevaba una bolsa de tela reforzada, de las que usan los militares. Fue depositando con cierta calma, los fajos de billeyes que se encontraban acomodados a la izquierda. Mientras que a la derecha se encontraba un estuche rectángular de aproximadamente 20 cm. Lo abrió. Sacó la joya y dejó una nota en su lugar. Parecía que todo estaba calculado.
Le tomó menos de 40 minutos realizar el robo. Anudó la bolsa y abandonó la oficina. Caminó por el pasillo con cautela. Aunque ahora sí tenía prisa por abandonar el edificio. Miró su reloj. Faltaban 12 minutos para las diez de la mañana. Esa mañana de domingo que escogió para realizar el robo.
Hace dos años y quince días que Daniel llegó a las oficinas a solicitar empleo. Sus estudios de Economía no le fueron útiles, porque no había vacantes. Además requería de experiencia mínima de un año. ¿Cómo tendría la experiencia si recién egresaba de la facultad? Lo siento, no puedo darle el empleo.
Fue entonces que conoció a Cristina. Al salir por la entrada principal casi tropieza con ella. La esquivó pero, ella dejó caer los documentos que llevaba en los brazos. Daniel se detuvo para ayudarla a recoger los papeles. Y hubo un flechazo de inmediato. De esos que llaman a primera vista. Pero Rodrigo, el novio, ya venía atrás de ella. Y no le pareció que un extraño estuviera tan cerca de su novia.
- ¿Qué pasó aquí? ¿Este sujeto tiró tus documentos, mi amor? - Llegó diciendo en un tono prepotente. Y ayudó a Cristina a levantarse, dejando que Daniel terminara de levantar los documentos.
- No mi amor - Respondió Cristina - Él sólo me estaba ayudando a recogerlos. La torpe fui yo. - Concluyó bromeando
Rodrigo no se agachó a recoger nada. Esperó a que daniel terminara y cuando éste lo hizo, le arrebató los papeles de las manos y jaló a Cristina, sin agradecer al joven por lo que hizo. Por su parte Cristina, si le agradeció.
- Vámonos, ya es tarde - dijo Rodrigo con voz de mando - A tu padre no le gusta esperar
Lo que no percibió Rodrigo fue que tanto Cristina como Daniel no dejaban de mirarse ni un solo momento.
Durante casi tres meses Daniel se presentó a solicitar empleo. Y también buscaba la oportunidad de encontrarse con Cristina. A quien siempre veía acompañada por su novio.
Una mañana, Daniel se enteró de que Sergio, el velador había tramitado su jubilación y en unos días buscaría a un sustituto. Como ya se habían visto algunas veces en el inmueble, no le resultó desagradable a don Sergio, la presencia de Daniel. Conversaron y llegaron a un acuerdo. Fueron de inmediato al departamento de recursos humanos a realizar los trámites.
Fue como Daniel consiguió el empleo de velador. De esa manera, conoció el interior del edificio. Y descubrió que Rodrigo tenía su propia oficina. Sólo que no tenía acceso a ella. Las llaves de las oficinas las tenían las mijeres de la limpieza. No le fue dificil convencer a una de las jóvenes - que pretendió seducir - para obtener una copia de la llave de la única oficina que le interesaba: La de Rodrigo.
Lo que pretendía al entrar a la oficina de Rodrigo, no era un simple robo. Quería averiguar más del sujeto arrogante que cortejaba a la mujer que más le había impactado en su corta vida. ¿Cómo era posible que tipos como él, seduzcan a mujeres tan hermosas y agradables como Cristina? Algo no estaba bien. Y eso es lo que pretendía averiguar. Sin embargo, en el despacho no encontró nada incriminante. Sólo la foto de Cristina en un pequeño portarretratos sobre el escirtorio. No pretendía robarlo. La idea vino después... Cuando Cristina lo descubrió esa noche, al salir de la oficina. Ella volvía por algo que le encargó Rodrigo. Y lo que descubrió, no podía creerlo. Aquel muchacho apuesto que conoció días antes y del que había quedado prendada, salía de la oficina de su prometido. ¡Cómo le hubiera gustado que fueran otras las circunstancias de ese encuentro!
- ¿Qué haces aquí? - Preguntó incrédula y mortificada
- No es lo que piensas - Respondió sistemáticamente, al verse descubierto
- ¿No eres un ladrón? ¿Qué eres entonces? - Preguntó con sarcasmo, acorralándolo
Daniel no respondió pero sus ojos estaban fijos en los de ella. ¿Cómo decirle que lo único que le interesaba, era ella? Y que por ella entré a esa oficina. Cómo decirle que desde que la vió no hacía otra cosa que buscarla. Y que el empleó era para encontrarse con ella, aunque fuera de lejos.
- ¿Por qué haces esto? - Inquirió Cristina con voz más baja
- Porque me gustas - Se atrevió a confesarle porque ella se había acercado a unos cuantos centímetros
- ¿De veras? - Dulcificó su voz - ¿Por qué no lo habás dicho?
- Porque tienes novio. Y seguramente te casarás con él
- Porque mi padre así lo quiere. Pero bien sabe que no lo amo.
Dejaron de hablar porque Crisina tenía su mirada fija en los labios de él. Ya proximó los suyos para darle un ósculo que, primero fue breve y tierno. Pero que luego desató la pasión de ambos.
Desde aquel día, buscaban la oportunidad para verse a solas. Y fue ella quen sugirió que el mejor día para sustraer el dinero y la joya que Rodrigo pensaba darle, era el domingo por la mañana. Ella no sabía la combianción de la caja fuerte pero, sabía donde la guardaba Rodrigo. En su cartera. Así que sólo espero para que éste le propusiera estar en la intimidad para que, sin necesidad de consumarla, pudiera hurtarla. La memorizó y se reunió con Daniel en cuanto tuvo la oportunidad.
- Debes hacerlo el próximo domingo por la mañana. Estaremos en la iglesia. Pero a las diez de la mañana ya estaré libre y te esperaré en la terminal de autobuses, con el dinero y la joya. Que de alguna manera, ya es mía. ¿No lo crees?
Daniel sólo le sonrió. Ella le dió una nota y le pidió que la dejara en el estuche donde estaba la joya. Antes de doblar la hoja en cuatro y guardarla en su bolsillo, Daniel leyó lo que decía:
"No me busques, Rodrigo. He decidido abandonarte. Tampoco llames a la policía, si no quieres que diga lo que sé de ti. La joya, la tomé porque ya me la habías prometido. Y el dinero, para los gastos del inicio de mi nueva vida. Te quiso, tu novia Cristina."
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