Toque la envoltura de tu epidermis, que es muy suave, al mismo tiempo el final de mis extremidades superiores quisieron ir a la prolongación sedosa y negruzca de tu cuero cabelludo. El comienzo de mis órganos salivales también quiso tocarte. Todo mi líquido para digerir el alimento en la boca, paso a tu cavidad, donde guardas con celo tus molares perfectos y allí brinco la progenitora de tu voz, siempre profunda y firme.
Los dos órganos que llenan las orbitas en mi cara, estaban enloquecidos con tu belleza. No podía creer el paso de los impulsos hasta el cerebro, las dendritas se comunicaban muy rápido, estabas frente a mí sudando, sudando ese perfume de tu envoltura, de tus órganos, de tu reacción al tacto velludo de mis prolongaciones.
En mis extremidades inferiores, algo se agitaba y a su vez el gigante escondido de mi pudor quería conocer lo intrincado de tu monte, resbalar como una canal segura en aquella intocable cuidad hasta perder el tiempo y el espacio.
Así paso el tiempo, las salivas se unieron, las secreciones se fundieron, los olores también se juntaron y no faltó nada que no debimos de hacer en todo un movimiento.
Fue el encuentro biológico y mental, es la ruptura ideal de los placeres y la acción.
Así fue nuestro encuentro.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales