Ya me había hecho a la idea de que el amor que sentía por ti se iría como una ráfaga de viento soplando hacia el exterior de mi habitación.
Así mismo quería que se fuera pero por más que soplase, seguía contenido en mi pecho y en mis pensamientos.
Me rehusó a seguir escribiendo, a darte el placer de que sepas de alguna manera que no he dejado de pensarte, que quise eliminar todo rastro de historial en mi cabeza. Pero aun estas aquí.
Cuando más pensé que no volveríamos hablar, apareciste de nuevo, con ese encanto sutil. Tu qué haces que mi mundo cobre sentido, tu qué haces que vuelva a mí la inspiración perdida, tu que destrozas mi ánimo, que me elevas al cielo y me haces caer. Cuando ya sentía que podía usurparte, me buscaste nuevamente, sin excusas, pero dando explicaciones de algo que siempre me negare a creer, me dijiste que me extrañabas.
Que pensaste tanto en mi estos días como lo hice infinitas veces en la madrugada mientras mi cuerpo compartía calor con otra mujer, me esforcé, lo juro que lo intente, no sé qué significara esto para el destino o de que somos parte, siempre tendré en mi mente esa pregunta
¿Por qué no estamos juntas si hay interés mutuo?
No me importa que sea a la sombra, en la oscuridad, pero no hagas promesas que no cumplirás, establezcamos las reglas de esto.
Hemos intentado tantas veces mantenernos distanciadas, y no funciona.
Como dejar aquella belleza que mis sentidos hipnotizo, que hizo que mi realidad se basara en tristes y largas historias, que solo conmueven mi pesar para desahogar tanta desdicha.
Probé otros labios, experimenté otras caricias, tanteé otros perfumes, pero ninguno comparado con el tuyo, ni la forma, ni el calor, ni el sentir desenfrenado, nada fue igual.
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