El grifo goteaba tan paciente como inexorablemente.
Una, dos, tres, cuatro, cinco...
Una, dos, tres, cuatro, cinco...
Una, dos, tres, cuatro, cinco...
Así un millón de veces.
Caian sobre su cabeza rapada, plap, plap, plap, plap.
Arturo cerraba los ojos y pensaba en un millón de cosas que no fuera ese rutinario dejarse caer de cada gota.
Algunas veces ella entraba y le hablaba... el sólo sonreía.
Y aquello... aquello la enfurecía.
Golpeaba su cara con su grandes y ásperas manos hasta que la sangre de Arturo se mezclaba con el agua que chorreaba de su cabeza.
plap, plap, plap, plap.
plap, plap, plap, plap.
plap, plap, plap, plap.
Otras veces le abrazaba y besaba con infinito amor....el sólo sonreía.
Así transcurrieron años, muchos años.
Hasta que un día le liberó.
Arturo se levantó de la silla y dio un paso. Vaciló, retrocedidó y se sentó de nuevo.
Las gotas rebotaban de nuevo en su cabeza.
plap, plap, plap, plap.
plap, plap, plap, plap.
plap, plap, plap, plap.
Él sólo sonreía.
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